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DEBATE SOBRE MOBILIARIO URBANO

Críticas ante los 'muebles' que estrechan la acera

Los encuestados elogian los contenedores de pilas, al margen de cuestiones estéticas

La oposición municipal ha criticado los nuevos muebles, pero el equipo de gobierno del PP los defiende. El debate ha calado en la ciudad, porque la contundencia de los nuevos elementos (uno de los modelos alcanza los seis metros de altura y además muchos de ellos están embarazados con un contenedor de pilas) les impide pasar inadvertidos. El PSOE ha denunciado que el nuevo mobiliario no guarda las distancias ni respeta la anchura mínima de las aceras que marcan las ordenanzas municipales.

Los concejales del Partido Popular alegan, por su parte, que las propias ordenanzas establecen la posibilidad de excepciones. El grupo municipal socialista contraatacará con el resultado de un cuestionario repartido entre las asociaciones de vecinos. En él se pregunta, entre otras cosas: "¿Conoce algunas instalaciones que obstaculicen el tránsito de peatones o constituyan manifiesto riesgo para invidentes o demás incapacitados físicos?". "¿Considera que la instalación de los nuevos elementos es adecuada y armónica con los entornos en que se ubican?". Tal ubicación fue decidida, en un 40% de los casos, por la propia empresa de publicidad que gestiona los muebles (véase EL PAÍS del pasado 10 de abril).

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A continuación, las opiniones de los personajes encuestados.

Soledad Lorenzo, galerista: "Son decadentes, pueblerinos, provincianos y encima entorpen la visión. Madrid es una ciudad demasiado atiborrada de cosas. Quieren imitar los de París, pero París no es Madrid, y esto es una copia repugnante. Encima, me parece aberrante que el concurso se conceda a una empresa extranjera [Cemumasa, participada por capital francés]; lo lógico es que el mobiliario urbano de Madrid sea de un español. Van a inundar la ciudad de anuncios. Vivo en el Madrid antiguo y es demencial cómo han estrechado las ya de por sí pequeñas aceras. Es una falta de gusto y de inteligencia total".

Fernando Vizcaíno Casas, escritor: "En líneas generales, me gustan. Tienen cierto encanto de la belle époque, y eso, a los viejecitos, nos gusta. Quizá un reproche: son demasiados"

Javier Marías, escritor: "Me parece una idea digna de un cerebro de mosquito o de un especulador. En definitiva, un disparate. Tapan las perpectivas, no permiten ver edificios y ocupan muchísimo espacio. Un obstáculo más para una ciudad que ya está bastante ahogada. Espero que los retiren, y en el peor de los casos, que los gamberros habituales que se dedican a romper cajeros, cabinas de teléfono y papeleras se desfogen ahora con estos monstruos".

Antonio López, pintor: "Madrid ya está lo suficientemente llena de cosas como para añadir más objetos. Estorban bastante, pero las críticas están siendo exageradas. No seamos histéricos, porque, aunque no favorecen nada, tampoco Madrid es una ciudad sublime. Sería más de agradecer que hubieran colocado fuentes o bancos para los viandantes, porque hablar de jardines es una utopía. Este país no está para trastos inútiles".

Alberto Corazón, diseñador: "Que a nuestra ciudad le hayan salido estos terribles adornos urbanos no es sino un episodio más de la perversión conceptual de considerar que el paisaje urbano debe estar forrado de publicidad. El argumento de las pilas es ridículo si lo comparamos con la imponente realidad física del contenedor. Las ciudades deben encontrar su personalidad. Y nuestro Ayuntamiento debería promover esa búsqueda de identidad. Al margen de cuatro tópicos insostenibles, Madrid no sabe todavía qué ciudad quiere, ser, y estos patéticos tótems con ositos son un nuevo obstáculo a la posibilidad de hacer la pregunta".

Gerardo Malla, director teatral: "Es un mobiliario pretencioso que no se ajusta en absoluto al estilo de esta ciudad. Producen una sensación de batiburrillo estético que Madrid no se merece. Suponen fundamentalmente un golpe publicitario electoral, propio de un Ayuntamiento muy hortera".

Manuel Leguineche, periodista: "Para mí, que no vivo demasiado en la ciudad, constituyen una especie de pegote molesto para seres claustrofóbicos como yo. Se interfieren en mis pasos, provocan tropezones y además, al contrario de lo que ocurre en algunas ciudades de Europa o América, estos chirimbolos no están en absoluto legitimados por el tiempo. Serían más útiles como soporte de noticias".

Jayme Marques, músico: "No e gustan nada. Son feos y me parecen un estorbo, porque tapan las vistas de la ciudad y entorpecen a quienes caminan. Antiguamente, cada publicidad tenía su formato, y ahora van a ser todas iguales. Lo uniforman todo, las ciudades se van a parecer a las autopistas, con todo impersonal. Sí me parece útil saber dónde se recogen las pilas; ahora, la gente ya está orientada sobre dónde depositarlas, y eso está muy bien. Pero no me gusta el modelo que han escogido".

Rossy de Palma, actriz: "No tengo nada contra los pirindolos. Si además sirven para reciclar papel, pilas o vidrio, serán muy útiles. Resultarán raros al principio, pero acabaremos por acostumbrarnos. Tan sólo una objeción: si lo que busca el Ayuntamiento es un Madrid, cada vez mejor [lema de la campaña institucional que ha acompañado a los muebles], ¿por qué no invertir los beneficios publicitarios del mobiliario en problemas como Valdemingómez y los asentamientos de Peña Grande? Claro la ciudad, muy mona, y luego, mira".

Caco Senante, cantante: "Pueden servir de punto de encuentro en una cita, pero se corre el riesgo de no dar con la persona que esperas. Cualquiera más delgado que yo quedaría oculto tras esos chismes tan grandes, mastodónticos. Además son tantos que parece incluso que cambian de sitio y aumentan la sensación de obras constantes que da Madrid".

Fernando Chueca Goitia, arquitecto y académico de Bellas Artes: "Me parece mal que intenten enmascarar una operación publicitaria en forma de campaña estética. Alguno que otro podría tener gracia, pero no sólo hay demasiados, sino que compite n con edificios importantes y realmente artísticos. Quisieron colocar uno a las puertas de la Real Academia de San Fernando y, naturalmente, hubo protestas. Siempre he criticado el hecho de llenar la ciudad de obstáculos. Al colocar este mobiliario se han roto las aceras y ahora hay que cicatrizar esas heridas. Su colocación es un enjambre poco razonado, y, ¡por favor!, nunca en la Puerta del Sol".

Alberto García Alix, fotógrafo: "¿Te refieres a esos chirimbolos alargados tipo antiguo? Yo recuerdo que en Madrid ya los hubo y los tiraron porque resultaban viejos. Ahora, paradójicamente, colocan otros iguales porque quieren que Madrid se modernice. Alguien ha debido de ir a París y se le ha antojado. Una chaladura muy española; he visto que algunos sirven para reciclar pilas. Si la gente los utiliza, merecerá algo la pena el gasto de su colocación".

Forges, humorista: "Es honesto reconocer que es justo y necesario ponderar el extraordinatio esfuerzo pastoral del Ayuntamiento al haber inundado de confesonarios todo el recinto urbano, a pesar de la inherente desesperación de señoras muy beatas que consideran sordos a los sacerdotes que, pretendidamente, deberían estar en el interior".

Francisco Sáenz de Oiza, arquitecto: "Es difícil opinar cuando está por medio el gusto de cada uno. A mí me recuerdan a imágenes de antiguos libros de historia. Tienen un toque francés, ajeno a la idea que yo tengo de Madrid. Ojalá sean útiles; estaría bueno que, además de anticuados, no sirvieran para nada".

Luis Eduardo Aute, cantante: "Personalmente, yo no reciclo nada, pero sí me han llamado la atención, sobre todo esos grandes y verdes. No creo que me relacione con ellos, porque no tengo nada que tirar, y aunque bastante despreciables estéticamente, espero que la gente los utilice. Tengo uno a la vuelta de la esquina y creo que podrían ser menos mazacotes y algo más imaginativos".

Ramón Colom, director de TVE: "En lugar de pertenecer todos a la misma familia, parecen cada uno de su padre y de su madre. Excepto la docena de columnas Foster [algunos de ellos se pueden ver junto a La Vaguada], esos otros de aire modernista me parecen espantosos, porque Madrid es la ciudad menos modernista de España. El otro día, buscando una calle, pensé que si al menos llevaran un mapa servirían para algo. Responden a criterios publicitarios, y no a necesidad alguna".

Alfonso Ussía, escritor: "A mí me gusta el mobiliario; me parece además que está muy bien distribuido. La única decepción la tuve al tocarlo, porque pensaba que son de hierro, pero son de plástico. No sé por eso si serán muy duráderos. Los madrileños somos demasiado negativos. Seguro que si vemos esos mismos cachivaches en una ciudad como París decimos ¡qué buen gusto! Utilizarlos, la verdad es que de momento no los utilizo. No sé, lo mismo algún día tengo que reciclar algo".

Nancho Novo, actor: "Yo les llamo casetillas. No me gustan, y menos mal que han ordenado quitar la publicidad del Ayuntamiento, porque era un auténtico descaro. ¿Útiles? No sé. Cualquier día cojo a algún colega que no me caiga bien y lo meto dentro, aunque después me aparezca reciclado".

Pilar Rahola, diputada de Esquerra Republicana: "Mi primera reacción es de divertimiento. Rompen un poco el esquema clásico de la ciudad, suponen un punto de imaginación, de rebeldía, incluso de belleza, a pesar de no ser bonitos. Por lo demás, me dan un poco lo mismo. Soy muy recicladora, y todo lo que facilite el reciclado me parece útil, aunque algunos no están más que de adorno".

Miguel Narros, director de teatro: "Puede que los más estrechos, esos meramente publicitarios, no estén del todo mal, pero los modernistas y de aire férnandino no se pueden poner en una ciudad como Madrid. En general están mal colocados y dificultan el paso de la gente. No sé por qué le llaman mobiliario urbano, cuando son simples expositores".

Terenci Moix, escritor: "Estoy muy acostumbrado a este tipo de objetos, que en Barcelona, cuando era niño, llamábamos pirulís. También me acostumbré a ellos en París, y siempre me gustaron. En Madrid, me he fijado poco en ellos, aunque vivo en el centro. Igual, cuando los mire bien, digo ¡qué horror!, pero me encantaría que incluyeran una guía de espectáculos de Madrid".

Inocencio Arias, diplomático: "Los encuentro muy útiles. No me parece que hayan puesto demasiados, sino suficientes para que cada cual tenga uno cerca de su domicilio. Tampoco son feos; podrían haberles sacado más partido, pero no me parecen adefesios. La parte negativa es su colocación improcedente, como uno muy mal puesto junto al café del Nuncio [que ya ha sido retirado]. En resumen, una buena idea, a veces mal ubicada".

Norma Duval, vedette: "¿Por qué algo que en París se considera precioso deciden que aquí es horrible? Hacer política criticando algo tan beneficioso para Madrid perjudica a todos los ciudadanos. Es un gran avance en materia de limpieza. Si los anuncios se limitan a lugares concretos, acabaremos con esas horribles paredes llenas de carteles. La publicídad será más respetada y los madrileños dejaremos de contaminar tirando pilas a la basura".

Pilar Miró, cincasta: "Según me los he ido encontrando he pensado en lo mucho que perturban el paisaje. Incluso yendo en coche quitan mucha visibilidad. Los que están provistos de contenedores pueden compensar. Los puramente publicitarios no sólo me parecen innecesarios, sino reprobables".

Joaquín Cortés, bailarín: "No se me ocurre cómo llamarlos. Los hay normalitos que no estorban mucho, pero los más grandes no dejan ver nada tras ellos. A mí, que me encanta ir caminando por la ciudad, encontrar esos bultos sospechosos no me resulta nada agradable".

Javier Gurruchaga, cantante: "Lo de poner adornos está muy bien, pero sin pasarse y sobre todo sin obstaculizar el paso por una ciudad bastante llena de barreras. Si lo que pretenden es que Madrid se parezca a París podrían imitar el ambiente de Toulouse Lautrec en lugar del aire de Hermenegildo V. Con unos pirulís más flacos, la ciudad sería más cómoda. Es importante que los transeúntes tengan por dónde pasar".

Ramoncín, cantante: "La idea podría estar bien, pero este mobiliario no me gusta nada. Parece que los han tirado desde el cielo con un avión. Los han puesto deprisa y mal, sólo porque llegan las elecciones. Son desproporcionados en número y en tamaño. Hay uno frente a la iglesia de San Ginés que no deja pasar a nadie. Como no han quitado los antiguos contenedores, Madrid es un auténtico galimatías. Molestan a los invidentes y a quienes no lo son".

Jorge Valdano, entrenador del Real Madrid: "Me provocan una sensación de angustia, me agobia ver la ciudad tomada por elementos decorativos tan vísibles, tan poco sutiles. En casa reciclamos pilas y vidrio, por eso concedo a alguno de ellos el beneficio de la eficacia. Los otros son definitivamente feos y dan a la ciudad una sensación de absoluto desprecio por la estética".

Torcuato Luca de Tena, escritor: "Me gustan, y me consta que no soy el único. He oído comentarios muy favorables, por ejemplo, de taxistas. Me parecen armónicos, esbeltos y útiles, con una sola pega: resultan demasiado estrechos para ser una imitación de los auténticos quioscos decimonónicos".

Coque Malla: "Acabo de llegar de Cuba y todavía veo La Habana allá donde miro. No me han llamado especialmente la atención, excepto uno muy grandote de color naranja que no me disgusta especialmente. Uso pocas pilas, pero si localizo alguno cerca de casa lo utilizaré".

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