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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Major, humillado

LOS RESULTADOS de las elecciones municipales celebradas el jueves en Escocia han sido una bomba política que le ha estallado al primer ministro John Major. Se esperaba una derrota del Partido Conservador, pero nunca un resultado que convierte al partido del Gobierno en una fuerza casi marginal en Escocia. De los 1.100 escaños en disputa en los consejos municipales, los conservadores no han conseguido más que 79, y no han logrado mayoría en ninguno de los 29 consejos municipales. Ha supuesto una impresionante barrida que ha causado consternación en el partido de Major.Si bien los nacionalistas escoceses han obtenido un resultado notable, muy por delante de los conservadores con 177 consejeros municipales, el hecho que otorga a esta consulta un significado político global -aunque no directamente extrapolable- es la rotunda victoria de los laboristas. Porque era la primera vez que el nuevo líder del Labour, Anthony Blair, afrontaba una consulta electoral de esta envergadura después de los cambios radicales por él impuestos en el discurso político del partido. Su victoria ha sido aplastante: el 47% de los sufragios, frente al 11% para los conservadores y el 27% para el Partido Nacionalista Escocés. Con esta victoria, Blair ha liquidado definitivamente todas las dudas que podían subsistir en el seno del partido. Y se siente seguro de que, después de demostrar que los escoceses se vuelcan hacia el laborismo va a suceder otro tanto en el resto del Reino Unido.

En cuanto al Partido Conservador, habrá que ver si existe aún la mínima cohesión necesaria para poder reaccionar a una derrota de este calibre con un esfuerzo por apretar filas. Pero los tories están sufriendo una crisis profunda por lo que cada vez más miembros consideran una manifiesta incapacidad de Major para ejercer un liderazgo efectivo. El partido está se riamente afectado por una división que alcanza cuestiones fundamentales como los gastos sanitarios y la reducción de impuestos, por no hablar de la postura hacia la Unión Europea, que tiene al partido y al grupo parlamentario prácticamente escindidos desde hace años. En estas condiciones, el "desastre electoral" de Escocia -como lo ha calificado el ministro tory Michel Forsyth- tendrá repercusiones senas en el seno del partido derrotado y, por tanto, en la vida política británica. Los conservadores que han comen tado su derrota lo han hecho en términos muy duros para la dirección del partido.

Blair tendrá pronto ocasión de demostrar que los resultados de Escocia son sólo un augurio de nuevos éxitos en otras partes del Reino Unido. Ya a principios de mayo se celebrarán las elecciones municipales y regionales en el País de Gales y en Inglaterra. Si los conservadores vuelven a hundirse y Blair repite triunfo, es difícil saber si Major podrá seguir resistiendo las presiones, especialmente de su propio partido.

Las próximas elecciones legislativas están previstas para 1997. Pero las fisuras en el Partido Conservador son ya grandes y tienden a aumentar. Y nadie excluye una rebelión de, sus parlamentarios, que, si ven perdida la esperanza de renovar mandato bajo Major, pueden muy rápidamente optar por exigir que el primer ministro presente su dimisión a la reina. Por ello, la reacción a la catástrofe del jueves en el Partido Conservador, y especialmente en su grupo parlamentario, tendrá una importancia capital en la actual coyuntura política. Habrá que esperar a ver qué pesa más: el núedo a un mayor deterioro bajo Major o el de afrontar unas elecciones generales desde la debilidad actual.

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