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Grácil camina

Por las calles catalanas, mirada prieta, mentón airado, grácil camina, el exculpado. De todas las aceras, un grito humano: "Cullell, perdónalos, no sabían lo que hicieron". De todas las ventanas, una mirada de hielo: "Periodistas torvos, ¿habéis aprendido lo fácil que resulta destruir a un hombre? ¿Y ahora qué, veamos, qué vais a hacer ahora con los añicos?".Añicos serán, mas añicos sagrados; jirones de piel, mas reliquias indubitables. El Parlamento de Cataluña ha dictado bendición. ¿Todo el Parlamento? Bien... el comunista es el único animal que no deja nunca de serlo. Y como animal, es pagano. Y como animal no habla ni razona. Ni reza. Acaso ladre. Los comunistas no parlamentan.

Pero qué importancia tiene eso. Qué minúscula, marginal, importancia tiene ese ladrido. Las fuerzas del bien, socialistas, convergentes y populares, han rescatado a un hombre del tentadero. ¿Qué había contra ese hombre? ¿Saben qué había? ¡Un atentado! Un atentado contra la intimidad, contra la libertad, contra el libre ejercicio de la palabra que ahora otros, justamente otros, invocan. Se metieron en su teléfono privado, y se metieron además cuando este hombre estaba realizando una gestión humanitaria. ¿Que fue humano, precisamente, con su cuñado? ¿Y bien... ? ¡Sólo ayudar a la suegra tiene más mérito que procurarle bien a un cuñado!

La soberanía popular, sin embargo, ha reaccionado. La soberanía del seny nos gustaría decir, ahora que ya se nos entiende todo en España. No digáis siquiera que es un exculpado. Eso presupone una culpa que no fue culpa. Hay que leer atentamente la recta declaración que el Parlamento soberano aprobó. Leerla para saber hasta dónde ha llegado el delirio en Cataluña. Vuestro delirio, naturalmente, torvos reventadores de hombres.

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