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EL BAILE DE LA ROSA

A la una de la madrugada, en la plaza del Casino de Montecarlo, se contaban en la noche del sábado 20 Rolls y otros tantos Mercedes y Porsches. Cualquier día, en cualquier segundo, puede ocurrir otro tanto en este espacio fabricado para la ensoñación. Pasaron unos minutos sólo y, en tromba, un universo de lujo y de ensueño, vestido de largo, aplaudio estrepitosa, ceremoniosamente, la ópera de Rossini La Cenicienta, un regalo que Chanel, otro sueño de formas y perfumes, le hizo al "baile de la rosa tango" en este 40¿1 cumpleaños de la fiesta que la que fuera en vida madre de los hijos de Raniero se convirtió en la fundación Grace de Mónaco, destinada a obras sociales y culturales. La noche mágica del "baile de la rosa tango", escenificado en el Sporting Club, es algo así como el amor: cada vez se repite el 1 de abril; y cada vez sabe a más y mejor. Cuando príncipes y marqueses y realezas y poderosos de toda Europa se abren paso por entre los flashes se ve como un desfile, se vive como una revista del corazón, y hasta se puede sonar cuando Carla Bruni posa con sus ojos de diosa endiablada para ser más diosa; pero al aparecer Claudia Schiffer, escoltada por el inefable diseñador Karl Lagerfeld y un desconocido que le rascaba la mano (el mago, su novio, luego nos dijo que trabajaba), dan ganas de saltar para descubrir más candorosamente las transparencias de su traje de Chanel. Un silencio de oro y de música de cien violines recibió al príncipe Raniero vestido de su semblante de rey; a su derecha, Carofina, de la que también se transparentaban sus piernas por los entresijos de una falda negra que cubría su pantalón corto y que era el suma y sigue de una blusa marinera; el príncipe Alberto decía "hola" a derecha e izquierda; y, ya en el salón, 20.000 rosas de color de rosa, champaña rosado, centros de rosas en mesas sembradas de exquisiteces, miles de luces de bombillas y miles de perfumes que olían como un solo perfume. : la magia de una cena firmada con caviar, langosla sobre un diminuto cestillo de lenguado con puntas de espárragos, ternera al foiegras de oca, y setas y gotitas de huevo frito, y helados y pastelería. Y para antes del "baile de la rosa tango" se levantó el telón que reveló el espectáculo Montecarlo-Buenos Aires, del argentino residente en París Alfredo Arias; fue algo fantástico como el misterio tremebundo del teatro griego, y ensortijado y simple como el embrujo del tango arrabalero. Y luego, a bailar. Su alteza sererísima Carolina de Mónaco y su hermano Alberto abrieron la juerga; segundos después el escenario era una plaza de pueblo el día de la fiesta del santo patrono; Alberto pronto retornó a su mesa, que no era la mesa de Claudia Schiffer; Carolina bailaba como una descosida; Estefanía y su compañero, Daniel, 11 aún no asisten a actos oficial es, pero asistirán, y se casarán"; alguien que sabe de la corte monegasca lo dice y dice casi igual del amigo de Carolina, Vincent Lindon; y los 6.000 monegascos, que viven como Dios, se hacen gallegos cuando se les pregunta por sus soberanos. Eso es intocable. Y uno recuerda el lema de la cumbre de la inteligencia de Voltaire: "El placer es el objeto, el de beber y el objetivo de todos los seres razonables".-

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