Major busca en el voto de la clase media británica su propia supervivencia
Toda la retórica de justicia social, cooperación y desarrollo, igualitario -utilizada con tanto éxito por el líder laborista, Tony Blair, desde el último congreso de su partido- fue retomada y reelaborada ayer por el primer ministro conservador, John Major, en su discurso ante el Consejo Central tory, reunido este fin de semana en Bírmingham. Major busca el voto de la clase media para garantizar su propia supervivencia política.Es como si la necesidad de ganarse a las clases medias del país -clave de cualquier futuro éxito electoral- estuviera produciendo un curioso efecto de uniformidad semántica en los dos principales contendientes en la arena política británica.
Major se dirigió a los asistentes a la reunión conservadora con el entusiasmo de un triunfador, dispuesto a leer una nueva declaración programática capaz de enardecer a las bases del partido, últimamente alicaídas ante la apabullante ventaja laborista en todos los sondeos. Major les habló de los grandes objetivos conservadores para el año 2000, basados en los principios de la prosperidad, seguridad e igualdad de oportunidades.
A la hora de precisar medidas concretas, el primer ministro fue menos entusiasta, aunque no dejó de citar la necesidad de un compromiso firme para mantener los servicios públicos. Frente al delito ensalzó los "valores del sentido común", y se permitió adelantar las líneas maestras de la nueva propuesta conservadora para estimular el voluntariado nacional. Apeló, naturalmente, al orgullo nacional, aunque su declaración de principios no le llevó a ser más explícito en el tema de la reducción de impuestos. "Seguiremos acercándonos a nuestro objetivo a largo plazo de situarlos en un 20%", dijo el primer ministro.
Las alusiones a Europa se mantuvieron en el acostumbrado estilo de "Europa sí, pero sin perder nuestra identidad nacional",tan querido por Major. Esta vez el primer ministro se estiró un poco más en sus precisiones sobre lo que los británicos quieren y no quieren de la UE. Según Major, de lo que se trata es de que nadie amenace al Reino Unido con la "pérdida de su identidad nacional".
Para los laboristas, el pretendido "relanzamiento" programático de sus adversarios no pasa de ser un esfuerzo personal de Major para no ser descabalgado de su silla por sus propios compañeros. Lo cierto es que durante las últimas semanas en los mentideros políticos no se ha hablado de otra cosa que de la nueva -habría que decir eterna- ofensiva contra Major. A la vista de las encuestas, y de los últimos resultados electorales -mayo y junio de 1994-, los conservadores están convencidos de que no podrán mantenerse en el poder bajo el liderazgo del actual líder.
Inmarchitable Heseltine
Hay quien opina que, probablemente tampoco lo consigan sin él, pero en- todo caso el ruido de sables en la familia conservadora ha vuelto a arreciar. Michael Heseltine, el inmarchitable ministro de Industria, sigue encabezando la lista de aspirantes al sillón de Downing Street, y el viernes, sus compañeros de partido volvieron a demostrar que es el candidato mejor colocado obsequiándole con la mayor de las ovaciones que se escucharon en Birmingham. Pero tampoco Heseltine, de- 62 años y con una salud dudosa desde que sufriera un infarto hace dos años -cuya gravedad se exageró-, tendría sencillo el camino a la vista del tirón populista de Tony Blair.
El interminable goteo de escándalos gubernamentales -el último acaba de golpearle al multimillonario secretario del Tesoro, Jonathan Aitken-, la desacertada elección del presidente del partido en la persona de Jeremy Handley y la poco estable posición interna del ministro de Finanzas, Kenneth Clarke, han dejado a los conservadores vulnerables ante las próximas citas electorales.
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