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Tribuna:
Tribuna
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El gato con muletas

San Isidro Labrador. Basílica del mismo nombre. Madrid.Muy Sr. Mío:

El que suscribe, Boñifacio Ligero Mardones, de 32 años, casado, gato (natural y vecino de Madrid), profesor de gimnasia y bandurria, se dirige a usted para manifestar lo siguiente:

Por complicaciones de un paso esquivo, señor patrón, tengo que llevar muletas durante tres meses. Siempre, he gozado de carácter apacible, pero últimamente ando más quemado que la moqueta del Titanic. Me estoy volviendo intratable. Luego dicen que los cojos tenemos mala leche. Pero es que Madrid es una ratonera para los inválidos. La vía pública se torna para nosotros en retablo barroco de excrementos de perro, bordillos bordes, pasos de cebra temerarios, trampas para cojos, cáscaras de plátano y otras frutas, aceite, cagalitas de paloma, niños locos atolondrados, gente con prisas, líquidos de freno, escalones inicuos, intrépidos motoristas y mobiliario urbano.

Incluso el propio domicilio se convierte en un calvario para los tullidos. En una semana me he dado siete batacazos en la calle y cinco en casa, el último de los cuales ha incitado a mi esposa a pedir el divorcio (quiere separarse porque no tolera en la cama a mi propia patachula). A mí me ha supuesto otra escayola en el brazo izquierdo por luxación de cúbito y radio. Es decir, que estoy como una momia.

Me desahogo con usted, señor San Isidro, porque ya no sé a quién acudir. Deseo, al mismo tiempo, informarle de cierta idea que me requiebra incluso en sueños. En resumen, se trata de abigarrar en un partido político a todos los cojos y tullidos de Madrid. Este colectivo doliente está muy capacita do para presentar una candidatura en las municipales con amplias garantías de arrasar en las urnas. Señor San Isidro, los mutilados residentes en el foro podemos sumar más de 100.000 almas de toda edad y condición. Y tenemos mucho que reivindicar. A poco que nos movilicemos, pillamos concejales suficientes para ser el fiel de la balanza en los pactos poselectorales. Habida cuenta de que sólo puede solucionar problemas quien los haya vivido, he aquí nuestra propuesta electoral:

-El alcalde tiene que ser cojo o haber padecido lesión ósea o muscular en alguna etapa de su vida.

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-El alcalde tiene que ser ciego o muy miope.

-El alcalde tiene que ser sordo, mudo o tartaja.

-El alcalde tiene que ser lunático, o al menos estar en la luna, dicho sea sin señalar.

-El alcalde tiene que ser ídolo de los ciudadanos. Pero la mayoría de los ídolos son un tronco pintado de color o una piedra de ambiguos perfiles o la efigie de una bestia. En definitiva, una especie de tótem insensible, inalterable, inasequible, pasota, inmóvil, inquietante y con la cara muy dura.

De todo lo cual se colige que, a lo mejor, el alcalde ideal es un tarugo, una estatua. De hecho, el experimento ha dado muy buenos resultados en ejemplares civilizaciones y culturas.

Espero, señor San Isidro, su pronta contestación. En cuanto a lo de mi divorcio, no se preocupe porque, en el fondo, va a resultar una liberación. Las mujeres son piadosas.

Mire usted, si uno va por los bares con muletas y la pata escayolada, multitud de señoras y señoritas te miran, se compadecen, se te acercan, te arrullan, te calientan los cascos, te dicen que estás muy interesante, te llevan, te traen, te llaman, te agasajan. Te agarran. De momento, oh patrón, estoy servido.

De todas formas, sé que tardaré poco en darme otro jostrapazo porque siempre voy con prisa: me espera nadie, tengo nada que hacer y estoy loco por llegar cuanto antes a ninguna parte. El gato con botas era un chulo. El gato con muletas, sólo, chulín, pero muy mosqueado.

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