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Reportaje:

El honor de un pueblo

Casi desaparecieron los fresnos y apenas se guarda memoria de los olivos en Fresnedillas de la Oliva, pero la labor de recuperar los árboles que dieron nombre a este pueblo de la sierra oeste madrileña queda en segundo plano ante la urgente e inexcusable tarea de recuperar su honor, el de sus vecinos y sus tradiciones, puestas en entredicho por un desgraciado y desalmado incidente internacional que ha hecho correr el nombre del pueblo por los circuitos de la televisión, a raíz de un programa de la cadena norteamericana ABC en el que aparecieron imágenes de las fiestas de Fresnedillas, torpemente relacionadas por el autor del reportaje con el espinoso tema del antisemitismo. La aparición en las fiestas de la vaquilla, que se celebran en honor de San Sebastián, de una comparsa, tradicionalmente llamada de "los judíos" o de los "motilones", disparó la imaginación siempre calenturienta de los "informadores", que en un alarde de rotunda manipulación mezclaron fragmentos de la fiesta con siniestras imágenes del holocausto y declaraciones de jóvenes neonazis.Todo comenzó con una nota de la revista Ronda Iberia recomendando la típica fiesta de "La Vaquilla" (The Wild Cow) a sus lectores viajeros. La singular y pintoresca fiesta, de la que se tiene noticia desde tiempos de Felipe II, es una celebración carnavalesca y profana que se produce cada 20 de enero, festividad de San Sebastián. La vaca es una figura totémica, un armazón de madera en forma de horquilla, cubierto por una tela de esparto con escarapelas de colores que lleva sobre sus hombros uno de los mozos, la carcasa está provista de unas auténticas astas de toro y rematada por una cola del mismo origen. En el entorno de la vaca aparecen otros personajes simbólicos como el escribano, el alcalde y el alguacil, que representan la autoridad, puesta en solfa durante ese día, y la hilandera, más conocida por "la guarrona", representada por un hombre vestido de mujer. Todo en el desarrollo de la fiesta habla de su origen pagano y desmitificador, sin atisbos de xenofobia o de racismo.

Luis Cabrero, alcalde popular de Fresnedillas, lleva más de un año escribiendo cartas a personas e instituciones que se mostraron ofendidas por esta humilde y malcomprendida fiesta popular. En su misiva enviada al embajador de Israel en España, Yaacov Cohen, Cabrero especifica: "No sabemos de dónde proviene el nombre de judío o motilón, pero le puedo asegurar que éstos no se utilizan de forma peyorativa, son los personajes más numerosos y su papel es totalmente digno, siendo representados por todos los varones de la localidad".

Antes incluso que las cámaras de la ABC urdieran su malévolo reportaje, emitido en España por Canal Plus, a raíz de la nota publicada por Ronda Iberia llegaron las primeras protestas de las que se hizo eco la poderosa organización de Simon Wiesenthal, el legendario cazanazis que da nombre a una agencia internacional de derechos humanos fundada en 1977 con el fin de extraer consecuencias del pasado holocausto y aplicarlas al estudio de los prejuicios contemporáneos. Con una hipersensibilidad totalmente comprensible, cincuenta años después del gran genocidio nazi, los responsables de la asociación exigieron y obtuvieron una nota de disculpa de la revista, que se excusó por las presuntas ofensas sin entrar en materia. En la prolija correspondencia generada por la inofensiva fiesta, aparecían amenazas de boicot judío a los vuelos de Iberia, exigencias de dedicar un reportaje al Museo de la Tolerancia de Los Ángeles, auspiciado por el Centro Wiesenthal y una singular propuesta para que la revista se uniera "al Centro Simon Wiesenthal en las próximas fiesta de la 'Vaca Salvaje' para purificar lo que esa fiesta tiene de estereotipos racistas".

El calificativo de racistas saca de quicio a los vecinos de Fresnedillas, un pueblo que no llega a los seiscientos habitantes y que cuenta con una población inmigrante extranjera de 150 personas, magrebíes, eslavos, suramericanos, ganeses, portugueses y holandeses, perfectamente integrados hasta el punto que el grupo más numeroso, 130 marroquíes, cuenta con un profesor de lengua y cultura árabes para que los hijos de la inmigración no sufran desarraigo de sus raíces. Entre los 76 alumnos del colegio público de Fresnedillas, 24 son hijos de inmigrantes.

Recuperar la buena fama de Fresnedillas es una tarea ardua para el alcalde y los vecinos del pueblo, dispuestos a deshacer esta maraña de malentendidos creados por la falta de escrúpulos de los reporteros de la ABC y por la extremada susceptibilidad de colectivos y organizaciones judías. Titulares como "La fiesta que celebra el odio" y otros similares han generado la irritabilidad de los pacíficos habitantes de un pueblo pacífico y modélico en el que apenas existe el paro y que rezuma hospitalidad hacia todos los forasteros, aunque éstos, y no los judíos, sean las víctimas simbólicas de la mentada fiesta y paguen a las falsas autoridades del día un tributo también simbólico. Puestos a extraer perversas secuelas de la fiesta, lo raro es que no hayan protestado los indios motilones, presentes en la iconografía de la fiesta y presuntas víctimas de los conquistadores españoles, o el gremio de hilanderas, representado en una mujer de mala reputación, o los escribanos, alguaciles y alcaldes. La mención de una vaquilla, aunque sea simbólica, ha debido de excitar también los viejos prejuicios contra la fiesta nacional y el sacrificio ritual de astados en los pueblos de España.

Una tormenta en un vaso de agua, pero que ha salpicado la buena fama de los de Fresnedillas, pueblo de ganaderos y de cazadores, que vive ahora de la construcción, aunque mantiene sus explotaciones pecuarias, sus cotos para ir a la caza del conejo, además de una quesería tradicional que produce queso de cabra, una fábrica de escayolas, un taller de forja, discoteca, banco, bares y un hostal en cuyo restaurante puede degustarse el cabrito de la zona, asado en horno de leña, y las puches, un postre típico y tradicional.

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