Embajador del comercio italiano
El asentimiento final de Estados Unidos, confirmado en Ginebra por el secretario de Comercio, Michey Kantor, demostró ayer que el empeño de Renato Ruggiero por convertirse en el primer director general de la OMC no era descabellado. Lo avala un extenso currículo de diplomático, con empleos como el de representante permanente de Italia ante la Comunidad Europea y de sherpa en el Grupo de los Siete. Ruggiero fue, además, ministro de Comercio Exterior entre 1988 y 1991. Todo ello configura el perfil de un claro embajador de la industria italiana en el extranjero.
Con posterioridad a la última fecha indicada, Ruggiero se dedicó exclusivamente al fomente) de las exportaciones de Fiat, en calidad de director de relaciones internacionales. Cesó poco después de que la fábrica del Fiat 500 en Polonia, que él contribuyó a poner en marcha, se viera paralizada Por problemas laborales. El grupo turinés ha negado siempre que hubiera algún tipo de relación entre las huelgas y el cese.
La campaña del diplomático italiano por la presidencia de la OMC comenzó casi inmediatamente, y Silvio Berlusconi le dio un apoyo explícito cuando era primer ministro, durante la cumbre que el G-7 celebró en Nápoles en junio de 1994. Probablemente, cualquier otro Gobierno se lo hubiera dado igualmente, dado que la presencia de Ruggiero al frente de la OMC interesa a una Italia esencialmente exportadora, y más en estos momentos en los que la imagen internacional del país se ve empañada por problemas políticos y financieros. Renato Ruggiero nació precisamente en Nápoles, donde estudió Derecho, el 9 de abril de 1930.
Ingresó en el cuerpo diplomático con 25 años y llegó a embajador en 1983, tras haber desempeñado destinos en Sao Paolo, Moscú, Washington y Bruselas, además de la dirección general para Asuntos Económicos de su ministerio.
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