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"Queremos asustar a los ciclistas"

Jalabert no pasó el control en San Remo: la UCI convierte en una lotería la lucha antidopaje

La Unión Ciclista Internacional (UCI) se siente como el guerrero del antifaz. En la batalla que han emprendido contra el dopaje, como si la toma de sustancias prohibidas fuera el mayor problema del ciclismo, les gusta el papel de represores y el de chicos jugando al escondite, como hicieron el sábado en la Milán-San Remo. Laurent Jalabert no pasó el control antidopaje después de ganar la carrera. "El ganador va siempre limpio", dice Hein Verbruggen, presidente de la UCI, para justificar la decisión. "Queremos hacer un sistema cambiante", añade Manfren Donike, de la Comisión Antidopaje de la UC ."Asustar a los corredores creando un clima de incertidumbre, que no se enteren de quién va a pasar el control". Total, una lotería amañada, porque el que maneja el bombo dice cómo tiene que girar. Una hora antes de terminar la Milán-San Remo, el sábado pasado, el inspector en cargado de organizar el control abrió un sobre con instrucciones llegadas desde el cuartel general de la Unión Ciclista Internacional (UCI). Casi al estilo de los premiados con el Oscar. La carta contenía una lista de galardonados, o sea, de castigados: aquellos que deberían llenar tres frascos de orina después de la carrera. Y entre ellos, ¡oh sorpresa!, no estaba el ganador, Jalabert. Cumpliendo órdenes, el inspector hizo orinar al segundo de la prueba -el italiano Maurizio Fondriest- y a dos ciclistas más por sorteo. Manolo Sáiz, director de Jalabert, intentó forzar la situación y mandó al corredor al carromato del control para tener pruebas de que no fue el corredor quien se negó a las pruebas y el inspector encargado le confirmó lo insólito: la orina del ganador no sería analizada.Las explicaciones dadas por el máximo organismo ciclista suenan a estrambóticas. "Si controláramos al ganador, daría la impresión de que el dopaje es una cosa útil", manifiesta Donike, un bioquímico alemán, director de uno de los laboratorios de análisis homologados por la UCI. "Lo mejor", continúa con pillería, "sería que en todas las carreras pasaran el control cinco corredores por sorteo para así tener controlado a todo el pelotón".

No dejan de ser una explicación y unas pretensiones, con bases puritanas y coubertinianas, que van ligeramente en contra de los argumentos que sustentan todas las legislaciones antidopaje: si se prohíbe la ingesta de una serie de sustancias por razones de salud y por razones éticas -que nadie se aproveche de ventajas ilegales para tener un mayor rendimiento-, ¿qué sentido tendría que nadie se dopara si no es para ganar?

Lo que hace que el caso de la Milán-San Remo no se quede en anécdota es, aparte de las intenciones de los mandamases, el propio texto del reglamento antidopaje que da carta blanca a la arbitrariedad de los componentes de la Comisión Antidopaje -Doniké, un abogado alemán y el médico de la federación holandesa- permitiéndoles seleccionar hasta un máximo de 10 corredores para pasar el control con su propio criterio.

Eso del criterio también levanta suspicacias en el mundo del ciclismo. Donike -que tiene la capacidad para expender certificados a los ciclistas que produzcan naturalmente una alta tasa de testosterona- pone la mano en el fuego y afirma contundentemente que no tiene nada que ver ni con ningún equipo profesional ni con ningún ciclista particularmente.

Pero más amenazante para los equipos parece la sombra de Francesco Conconi, un hombre que ha escalado a puestos rectores en el deporte italiano y que mantiene fuertes vínculos con la UCI, organización en cuyo nombre pronuncia conferencias. Conconies, además, el médico del equipo Gewiss y de los corredores Maurizio Fondriest y Gianni Bugno, entre otros. Curiosamente, muchos daban como favorito a Fondriest en San Remo y, más curioso, Fondriest quedó segundo y tuvo que pasar el control antidopaje por ello.

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