Los conflictos regionales paralizan la Liga Árabe a los 50 años de su creación
Unidad, fraternidad, coordinación. Esos y otros nobles principios que inspiraron la creación de la Liga Árabe hace 50 años retumbarán con eco lamentable esta semana en el mismo palacete céntrico de El Cairo por donde líderes árabes cantaron tantas "victorias" y crearon tantas ilusiones que aún hoy camuflan las grietas de la envidia y el odio. En realidad, no hay razones para la celebración, aparte quizás el milagro que significa en sí la supervivencia del organismo fundado por Egipto, Irak, Arabia Saudí, Yemen, Transjordania (hoy Jordania) Siria y Líbano
.Medio siglo después, la Liga cuenta con 22 miembros, en su mayoría pobres. Pero el aniversario halla a sus fundadores en el centro de la gran falla geológica regional. Egipto, el hermano mayor del mundo árabe y aliado de Occidente, no parece. dispuesto, por ejemplo, a mover un dedo para defender a Irak frente a las devastadoras sanciones internacionales impuestas contra Bagdad tras la invasión de Kuwait en 1990. (En otro flanco más cercano, su disputa fronteriza con Sudán adquiere periódicamente tonalidades amenazadoras). Hay más: hace menos de tres meses, Arabia Saudí, que jamás disimuló sus ambiciones territoriales en el sur de la península Arábiga, estuvo a punto de ir a la guerra con Yemen, que acababa de desangrarse en el más reciente episodio de sus viejos conflictos internos.
En otro plano, las relaciones entre Jordania y Siria atraviesan por momentos delicados desde que el mes pasado Ammán acusó a Damasco de fomentar activamente la oposición jordana al pacto de paz firmado con Israel en octubre. Para los críticos árabes de Siria, Líbano, donde hay más de 35.000 soldados sirios desde 1976, sigue siendo el más elocuente ejemplo de las ambiciones de Damasco. La antigua e implacable enemistad sirio-iraquí ya es un factor constante en cualquier ecuación regional. Jordania y los palestinos todavía no han conseguido superar la perniciosa rivalidad entre el rey Hussein y Yasir Arafat.
Un repaso más amplio permite constatar las a menudo ignoradas distancias que separan a otros de los hermanos árabes: la disputa territorial entre Qatar y Bahrein sigue agitando el ambiente en el golfo Pérsico. En una clara demostración de que ambos confían más en los mecanismos internacionales dominados por Occidente, han recurrido al Tribunal Internacional de La Haya, no a la Liga Árabe. Kuwait, como todos los emiratos, tiene más fe en el poderío militar norteamericano que en toda la fuerza del mundo árabe en la eventualidad (poco probable) de un nuevo ataque iraquí.
Esmat Abdel-Meguid, secretario general de la Liga Árabe, admite que ésta permanece paralizada como consecuencia de la guerra contra Irak, "el más duro golpe asestado a la unidad del pueblo árabe".
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