Del sueño a la pesadilla
Irureta dio ayer un portazo a un sueno. Durante años persiguió dirigir a su club, arriesgó en sus expectativas, unió su destino al del actual presidente José María Arrate (con fracaso electoral de por medio) y nunca se alejó más de 300 kilómetros de su familia. Irureta fichaba geográficamente (Logroñés, Oviedo, Racing) con la sana intención de volver. Incluso se despidió del Racing sin tener asegurada la victoria electoral de su valedor.Arrate no defraudó su generosidad. Cuando perdió y cuando venció en las urnas llevó el sueñelo de Irureta en la solapa: vasco, honesto y matemático, a pesar de las voces discrepantes en su junta directiva. Todo lo hacía frente a las versiones exóticas de su oponente José Julián Lertxundi: Heynckes, Hiddink.
Irureta y Arrate erraron el cálculo. El técnico ha vivido una esquizofrenia particular bajo el síndrome de Heynckes que ha modificado hasta sus hábitos de conducta. Desde el principio se sintió víctima de una poscampaña electoral. La sombra de Heynckes le adivinó enemigos a cada esquina. Dejó de leer la prensa y entendió cada censura como una reivindicación del ale mán y de quien fuera su presidente. Arrate ha podido rectificar. A Irureta no le ha quedado más remedio cuando el sueño ha concluido en pesadilla.
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