Las muertes en automóvil
Hace unos días, cinco jóvenes se estrellaron en un automóvil en los alrededores de Madrid. Un testigo afirmó que tomaron a una velocidad desmesurada una rotonda de incorporación en la nacional II. Murieron tres chicas, todas ellas menores de 20 años, y el conductor, de 18, y acompañante, de 19, sufrieron heridas graves. El relato del accidente es el último que ha trascendido a los periódicos, en el que se han dado los factores que hoy día más preocupan a los responsables de Tráfico: coche pequeño, velocidad excesiva, conductor joven e irresponsable, asientos ocupados también por amigos jóvenes, fin de semana y... probablemente unas copas (o unas risas) de más. Ante esta dramática escena, y visto que nuestras autoridades no parecen ocuparse mucho del asunto, ahí van dos propuestas, por si sirven de algo.La primera es que quejarse de los excesos de velocidad no parece suficiente política. Tampoco es suficiente con multar, de uvas a peras, a unos pocos de los infractores. Es preciso empezar a dotar a nuestras vías públicas, en aquellos lugares especialmente peligrosos (cercanías de colegios, travesías urbanas, incorporaciones o salidas de las vías rápidas), de obstáculos contra la velocidad. Estos obstáculos, en forma de badenes a lo ancho de la calzada, han sido probados con éxito en algunas urbanizaciones, y representan la única manera real de impedir que los conductores irresponsables -jóvenes y no tan jóvenes-conviertan nuestras ciudades y carreteras en pistas de carreras.
La segunda es estudiar seriamente algunas limitaciones a la licencia de conducir en los primeros dos o tres años de conducción. Una posibilidad -sin duda no muy popular entre los más jóvenes, pero no por ello menos necesaria- sería desglosar el actual carné de conducir en dos licencias: una para transportarse a uno mismo (y matarse, si ése es su deseo) y otra (que podría denominarse tarjeta de transporte) que habilitaría para transportar a terceras personas y que sólo se obtendría dos o tres años después de haber conducido sin haber incurrido en sanciones graves. Con ello se reduciría el penoso espectáculo de ver sacar cadáveres de jóvenes de la parte trasera de los vehículos accidenta dos, cuyo único delito ha sido confiar en un conductor a quien nunca debieron autorizar para transportar a nadie en su automóvil.
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