Un juez apela a "Ia situación social" en una sentencia favorable a unos "okupas"
Los cinco jóvenes que ocuparon en nombre de 1993 una casa en la calle de Caifornia, 21 (Retiro), pueden seguir porahora en ella. La Audiencia de Madrid ha ratificado la sentencia del Juzgado de Instrucción 43, que absolvió a estos okupas denunciados por el dueño de la finca, según informó El Mundo. Los jueces han tenido en cuenta que el propietario renunció a solicitar una condena penal, y, también, y esto es lo singular, "la realidad social".
El fallo judicial, además de referirse a "la realidad social", es decir, a los problemas actuales de vivienda, habla de "tolerancia para comprender los derechos y las expectativas" de cada parte: el derecho a la propiedad y al acceso a la vivienda.El inmueble, formado por una nave industrial y un piso, en una envejecida y olvidada barriada de casas bajas junto al Puente de Vallecas, la M-30 y el nuevo hipermercado de Mendez Álvaro, fue un antiguo taller de bronce que lleva un lustro cerrado. Su actual propietario, Telesforo C., lo heredó de su padre. Hace cuatro años entraron en él un grupo de okupas y el propietario consiguió su desalojo judicial. A partir de ahí las versiones son divergentes.
El dueño asegura que, tras el lanzamiento de los primeros okupas -diferentes a los actuales, aunque conocidos de ellos-, tapió los accesos a la finca y colocó carteles para venderla, pero que,. pasados 15 días, en noviembre de 1993, los jóvenes que ahora la habitan tiraron los muros y se metieron de forma ilegal.
Sin embargo, los residentes de la zona, la mayoría gente mayor, aseguran que la finca nunca tuvo carteles de venta y consideran que las transacciones inmobiliarias están paradas en esta barriada porque los planes del Ayuntamiento de Madrid sobre estos terrenos no están aún claros.
Los okupas afirman que, una vez ejecutado el primer desalojo, pasaron dos o tres meses, observaron que la finca seguía vacía, vieron que alguien había abierto un boquete en el muro y volvieron a entrar. "Nosotros nos iríamos si el dueño nos demuestra que va a usar la finca para algo, lo que no tiene sentido es que nos eche para dejar la casa tapiada e inutilizada", explican.
Lo cierto es que, tras la sentencia que les absuelve del delito de coacciones -una acusación habitual para desalojar a los okupas por la vía penal, más rápida que la civil-, los dueños tendrán que empezar otro procedimiento judicial para echarles."Carece de lógica"
El propietario considera que la sentencia del juzgado, ratificada por la Audiencia Provincial, carece de lógica. "No es que tolere que estén ahí esos jóvenes, es que no tengo más remedio; mi intención es vender este inmueble, aunque sé que no es fácil porque el Ayuntamiento tiene abandonados los proyectos para la zona", explica.
"Pero mientras estén ahí los okupas no puedo venderla, y es algo que me vendría muy bien porque he tenido que solicitar una hipoteca para mi negocio, yo también vivo de alquiler", añade.
"Nosotros no pretendíamos ninguna condena de estos chicos ni tampoco cobrar una indemnización, sólo recobrar el local", concluye.
Endika Zulueta, abogado de los okupas, destaca que lo singular de la sentencia es que "plasma la idea de que el derecho a la propiedad es algo limitado".
Los cinco jóvenes que habitan en el inmueble, con edades entre los 20 y los 24 años, están bien considerados por sus vecinos, a los que ayudan en las pequeñas tareas domésticas.
Proceden de otro colegio okupado y desalojado en el barrio de la Puerta del Ángel (Latina). No son los únicos okupas de la barriada, hay otras cuatro familias que dieron la patada a casas en desuso. "Cuando llegamos a la finca estaba destrozada porque ya habían entrado los yonkis ", aseguran. Han habilitado un recibidor, una cocina, un baño y dos dormitorios. Todas las estancias están habitables, aunque en condiciones precarias.
Disponen de agua corriente y de luz, que obtienen a través de enganches. "Nos dedicamos a lo que sale: hacemos espectáculos de fuego y malabares en parques y pubs, y también pequeñas chapuzas", añaden. Estos días, con la sentencia absolutoria en el bolsillo, se dedican a pintar la casa de una de las vecinas del barrio.
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