Espanyol y Betis jugaron en casa
GRAHAM TURNER. Dos tripulaciones que aspiran a pescar, durente la próxima temporada, en aguas internacionales no fueron capaces de cuajar ni siquiera un acto de piratería para hacerse con el botín de los dos puntos. Los incondicionales de Sarriá atribuirán el único atraco de la tarde a Santamaría Uzqueda, el árbitro, por el gol que anuló en el minuto 31 a Lardín.
El espectáculo quedó dividido en actos como si alguien ubiese bajado un telón so bre el terreno. El primero tuvo al Betis como protagonista. Llegó arropado por los feligreses que siempre pueblan las parroquias catalanas y en seguida sugirió que sería otro partido más que el Es panyol está condenado a jugar en campo contrario, o por lo menos con la afición dividida.
Serra Ferrer se apuntó los primeros tantos en la batalla de pizarras entre dos técnicos de corte pragmático. Hizo un planteamiento serio que siempre daba por el empate por bueno aunque no fue descaradamente defensivo. El Betis se situó racional mente en el campo, tocaba en corto, presionaba e imprimía una gran sensación de urgen cia a todas sus acciones.
Una vez más, el Espanyol tardo media hora en salir al escenario y convertir el monólogo en diálogo. Camacho sacó a Lluis, su arma secreta. El acto final fue, por lo me nos, un tuya-mía aunque los remates a portería -pocos e inocentes todos- siguieron correspondiendo al Betis.
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