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Disfrutando de la desgracia ajena

45 millones de espectadores diarios EE UU consolidan el 'talk show', todo un género televisivo

Es uno de los pocos fenómenos televisivos que Estados Unidos todavía no ha sido capaz de exportar en su cruda integridad. Entre los culebrones de la mañana y las telecomedias de la noche, se extiende el territorio de los talk shows, un gigantesco espejo en el que se miran a diario 45 millones de telespectadores para compararse con la miseria ajena. Esposas que no pueden soportar la visión de la ropa interior de sus maridos, madres que fuerzan a sus hijas a ser lesbianas e individuos con personalidades múltiples a los que les gusta automutilarse proporcionan con sus relatos un punto de referencia que hace sentirse optimista a cualquiera. Estos ejemplos son títulos reales de programas presentados por Richard Bey, Jerry Springer y Geraldo Rivera. Ellos son los principales representantes masculinos de un género que engloba unos 20 programas distintos y que está casi controlado por mujeres. De los tres, Geraldo Rivera es lo más cercano a un periodista de verdad. Lleva siete años al frente de un programa que ha recibido 10 premios Emmy y en el que la actualidad informativa a veces tiene un hueco. Ahora bien, si hay una banda de neonazis, un ex presidiario o un psicópata de por medio, mejor que mejor.

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Richard Bey es el más sensacionalista. En su programa, los invitados reciben instrucciones para fingir ataques de cólera y agredir al contertulio, momento en que se escucha una grabación de bramidos de elefantes salvajes y aparecen tres guardias de seguridad para restablecer el orden. En cuanto a Jerry Springer, ha introducido un nuevo atractivo: distintas parejas dan rienda suelta a sus tensiones arrojándose espaguetis con tomate.

El término talk show se refiere en principio a todo programa televisivo de entrevistas o debate. La fórmula matutina es especialmente cutre: se selecciona un tema, cuanto más delirante mejor. Se coloca a cuatro o cinco personas en un plató y se les somete a las preguntas y ataques del público (que a menudo recibe una compensación económica), todo ello moderado por un presentador, que siempre da nombre al espectáculo.

La reina es Oprah Winfrey, el único nombre junto al de Geraldo que ha conseguido repercusión internacional, sobre todo después de su entrevista exclusiva a Michael Jackson hace dos años. El programa de Oprah, que según la revista Forbes es el personaje más multimillonarío de la televisión, lo ven a diario ocho millones de espectadores La empresa de medición Nielsen estima que unos 45 millones de personas siguen cada día los talk shows más populares.

La principal competidora de Oprah se llama Ricki Lake, de 25 años, y conocida como actriz en películas de John Waters (Hairspray, Cry Baby). Desde que estrenó su programa, hace ahora lan año, Lake se ha colocado con cinco millones de seguidores en el segundo lugar de audiencia de los talk shows. Aunque Lake ha asegurado que el suyo es menos sensacionalista que los de la competencia y que está dirigido a un público más joven, sólo hace falta echar un vistazo a algunos' de sus temas para deducir que no hay concesiones en la batalla por poner la piel de gallina al respetable: "Tengo 14 años y quiero quedarme embarazada"; "me gusta ponerme cachonda en público... " Y así ad nauseam.

La CNN habla de la Talk show America como un reinado catódico "donde todo vale", y la cadena Entertainment Television (E!) les dedica un programa resumen diario. El crítico del diario The Washington Post los define como una nueva forma de pornografía. Psicólogos y comentaristas dicen que son una forma de promover una cultura de víctimas y quejicas en la que uno muestra sus entrañas para el entretenimiento ajeno.

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