Natalicios y defunciones
Recientes natalicios e incluso reencarnaciones han aliviado la eterna lista funeraria de las salas de Madrid. En los noventa han surgido una decena de salas de teatro alternativo, si bien han mantenido una batalla con el Ayuntamiento para sobrevivir; reaparecerá el Lara, y la Administración regional da un empujón a nuevos espacios, como La Abadía. A la vez, llega el dinero institucional, aunque con un trienio de retraso.Un lector atento podría objetar que mientras en la cartelera de hoy se cuentan 33 teatros, en una de 1979 aparecían 21 salas. Los números no resultan siempre de fiar: la mayoría de los teatros actuales son pequeños. Han desaparecido las grandes plateas. Y en 1989 había sólo 12.
Los propios empresarios arrojan el arma contra sus locales y, de paso, contra los equipos de dirección y actores que les dan vidilla. En 1994, cuatro teatros sugirieron al Ayuntamiento que cambiase la calificación urbanística de los inmuebles para convertirlos en locales y viviendas. Y dos de ellos, el Maravillas y el Infanta Isabel, habían sido rehabilitados un año antes... ¡con ayudas oficiales!
El ventrílocuo José Luis Moreno, empresario del Calderón, solicitaba introducir usos alternativos. Y los propietarios del Martín habían pedido convertir el teatro en un bloque de apartamentos cuando en mayo de 1994 un aguacero derrumbó su techumbre. Esta intervención fue doblemente celestial: la Comunidad ha obligado a sus dueños a mantenerlo.
Pero ninguna institución impidió a los dueños del teatro Cómico colocar en enero de 1994 un cartelón para su alquiler como local comercial.
Son sólo los ejemplos más recientes. Cuando no es el empresario quien da la puntilla, son las instituciones. El Ayuntamiento de Madrid derribó en julio de 1993 el teatro de Lavapiés por una ruina inminente, cuando tenía la máxima protección urbanística.
El destino de los antiguos escenarios se resume en muy pocos usos. Pasan a convertirse en discotecas, cines o simplemente solares muy valiosos.
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