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La ruptura del sistema

En la clase política mexicana ya no sólo existe incredulidad o asombro sobre lo que está ocurriendo. Los que tienen algo que ocultar están presos de miedo. Los que le guardaban rencor al ex presidente Carlos Salinas aplauden a rabiar. Los que odiaban a Mario Ruiz Massieu, el otrora osado fiscal que inició la investigación por el asesinato de su hermano, se divierten viéndolo implicado. La oposición espera ansiosa.El sistema político mexicano se ha roto. Ernesto Zedillo, el joven presidente formado en Harvard, asegura que se ha acabado la impunidad en su país. Los hechos demuestran que sí, pero también se ha acabado con ese equilibrio, enigmático, que ha hecho posible durante 65 años que este país de América Latina, cuya revolución precedió a la soviética, con enormes reservas naturales, navegue por un mismo y estable. rumbo, con sus pros y sus contras.

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El México priista nació de un pacto tras la revolución de 1912, lo que ha permitido desde entonces que el país se renovara con un presidente civil cada seis años, también con sus pros y sus contras. Ese pacto, cuyo gran fruto ha sido la estabilidad, se dice que lo rompió Carlos Salinas cuando rehabilitó a la Iglesia católica Probablemente sea cierto, pero lo que sí está claro es que muchas reglas de ese pacto se están rompiendo ahora con Zedillo.Guerra de familias

Hay quien dice en México que lo que se está produciendo en el país, al margen de la evidencia criminal que implica a Raúl Salinas en el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, es una guerra de familias. Otros aseveran que esa misma guerra no la ha buscado Zedillo, cuya carrera política e incluso su designación como aspirante presidencial se la debe al propio Salinas, sino las propias circunstancias en las que empezó a caminar el país a comienzos del sexenio (1 de diciembre), con un mal manejo de la economía pública, fruto de una devatuación hecha a destiempo.

La calle, muy agitada por los acontecimientos que en 1994 sacudieron al país, eligió un culpable: Salinas, y el Gobierno ni se inmutó, pese a ser consciente de que no toda la culpa de la catástrofe financiera de México la tuvo el ex presidente, que, eso sí, no devaluó al final de su mandato porque quería salir deificado para dirigir la Organización Mundial de Comercio.

Ahí fue donde México empezó a cambiar, aunque ya antes Zedillo había advertido que el futuro iba a ser distinto al componer un ajedrecístico Gobierno donde una de las piezas más importantes es el responsable del ministerio público, Antonio Lozano, un hombre procedente de la oposición y sin intereses dentro del sistema político mexicano. O sea: la ruptura y el cambio, pero al mismo tiempo.

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