La crisis de UGT
LA CRISIS que atraviesa la Unión General de Trabajadores (UGT) nació en el mismo momento en que Nicolás Redondo, aprovechando el prestigio que tenía en la organización, impuso a Cándido Méndez -sólo obtuvo el 5 8% de los votos- como su sucesor al frente de la vieja central sindical. Debilitado, con unos apoyos inestables en el sindicato y una organización que sufría los envites de escándalos como los de PSV o Unial, Méndez ha tenido dificultades para fortalecer su presencia y la institución que representaba. Sí ha podido, sin embargo, reabrir el diálogo con el Gobierno y el partido socialista, que, Redondo había pulverizado.Ahora, tras el envite que le ha hecho a Méndez el sector crítico -teóricamente, al menos, más próximo al PSOE-, la UGT deberá reabrir todo el proceso su cesorio y desandar el camino recorrido tras la retirada de Redondo, en abril del pasado año. Los efectos in mediatos son, sin duda, nocivos para el sindicato, obligado a seguir dedicando su tiempo y energías a problemas internos en unos momentos tan difíciles política y economicamente como los actuales. Pero, al final del proceso abierto el pasado sábado, la situación creada puede resultar positiva para UGT: sus órganos de dirección deberían salir fortalecidos y con mayor representatividad. El congreso extraordinario convocado par a el próximo 29 de abril debe servir para despejar de manera definitiva las dudas existentes al respecto, Méndez ha demostrado ser un buen dirigente sindical, con capacidad para desempeñar el cargo de secretario general de UGT. Pero es lógico que eso lo corroboren enteramente sus compañeros sin cauciones externas, por más respetables y autorizadas que sean.
La relación de fuerzas en el seno de UGT sigue siendo favorable a Méndez, a pesar de no haber conseguido la mayoría de dos tercios necesaria para destituir a los miembros del sector crítico integrantes de la dirección. Mientras tanto, este sector debe articular de aquí al 29 de abril una alternativa de modelo sindical que no, sea simplemente la de desbancar a Méndez o de seguir haciéndole la vida imposible. La sucesión de Redondo había sido una sucesión forzada, impuesta desde arriba, minada por pactos y componendas que empezaron a deshacerse casi desde el día siguiente de la elección de Méndez. Ahora, éste tiene la oportunidad de sucederse a sí mismo; y sus oponentes, la de explicar y defender sin cortapisa alguna sus puntos, de vista. A partir de ahí, todos deberían enterrar el hacha de guerra y dedicarse a resolver los problemas del sindicato, que no son pocos, y los de los trabajadores que lo integran.
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