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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Desde California

En Cartas al Director del 17 de febrero, dice don Laureano García, director general del Servicio Militar, que mi propuesta de que a los soldados se les pague un sueldo digno haría sonrojar a Milton Friedman, Ronald Reagan y Margaret Thatcher. No sé si tales personajes se sonrojarían con mi propuesta. Pero que los padres de la patria, en nombre de la moral y el patriotismo, se emperren en que el sector más débil económicamente de la sociedad (hombres en edad militar) cargue desproporcionadamente con el coste de lo que oficialmente se considera un servicio, público, mientras el Estado se ahoga en un mar de corrupción... En fin, esto es algo que haría sonrojar al mismísimo Maquiavelo, que ya es decir. Y, dicho sea de paso, no sé qué extraña satisfacción le producirá a don Laureano el ilustrar su carta con una profecía manifiestamente errónea de tal autor (quien aseguraba hace cinco siglos que la tropa retribuida es un imposible, cuando de hecho los ejemplos sobran en la historia posterior a él). Con semejante maestro, quién necesita profesores de ética.Insiste en que no dejo claro de dónde va a salir el dinero para pagar a una tropa voluntaria. Pues, muy señor mío, del mismo sitio que salen los fondos para pagar a los demás funcionarios públicos. Es decir, fundamentalmente del bolsillo del contribuyente. Quien más tiene más contribuye, y quien tiene menos contribuye con menos, que, como señalaba en mi artículo, es lo honrado, lo justo y lo solidario. Por lo que respecta a la cuestión demográfica, es simplemente un artilugio retórico el decir que no doy respuesta a la misma. Los datos y cálculos sobre esa cuestión aparecían ya con toda precisión en mi artículo de EL PAÍS de 5 de noviembre pasado, que motivó esta polémica.

Don Laureano recurre a la retórica de lo subliminal y tergiversa mis palabras para hacerme aparecer como partidario del capitalismo salvaje (por algo vivo en el Estado del que fue gobernador Reagan, parece sugerir) y hasta militarista. La carta de Fernando Savater del 17 de febrero es suficiente respuesta a la primera acusación. En cuanto a la segunda, mi trayectoria personal -y le informo que, como miembro del MOC, pasé por los calabozos de la antigua DGS en los momentos más difíciles de la transición y participé en acciones internacionales como la de Berlín Oriental de abril de 1983- y mis publicaciones sobre este asunto (comenzando con una en estas mismas páginas el 19 de abril de 1983) dejan pocas dudas sobre mis planteamientos. Contemplo la abolición del servicio militar obligatorio como un paso primero y urgente en el proceso de desmilitarización de la sociedad. Que mientras haya ejércitos, los soldados sean voluntarios y dignamente retribuidos es una idea que comparten conmigo figuras representativas del movimiento antimilitarista.-

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