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Crecer en el desierto

Egipto invertirá casi tres billones de pesetas en irrigar y desarrollar el Sinaí

Ángeles Espinosa

El paisaje austero de cientos de kilómetros de arena y rocas apenas salpicados por una tienda beduina o la carcasa incinerada de un carro de combate va a cambiar en los próximos años cuando se haga realidad el Proyecto Nacional para el Desarrollo y la Reconstrucción del Sinaí. El ambicioso plan lanzado por el Gobierno de Egipto pretende convertir ese desierto bíblico en un oasis de desarrollo en el que para el año 2017 vivan cerca de cuatro millones de personas. Es, sin duda, uno de los primeros resultados del cambio geopolítico que vive Oriente Próximo.Gamal al Gansuri, el ministro egipcio de Planificación, cuenta para ello con un presupuesto de 75.000 millones de libras egipcias (cerca de tres billones de pesetas) y 23 años por delante. De momento, el pasado octubre, el Consejo de Ministros dio el pistoletazo de salida con la aprobación de una partida de 6.400 millones de libras egipcias para los próximos dos años.

La península del Sinaí, ocupada por el desierto del mismo nombre, es el punto de comunicación entre Asia y África y, más recientemente, el termómetro de la situación política entre árabes e israelíes. Se trata de una superficie de forma triangular cuyos ángulos están marcados por Rafa, en la frontera egipcio-israelí; Port Said, en la entrada norte del canal de Suez, y Ras Mohamed, en el mar Rojo. En total, 61.000 kilómetros cuadrados de los que apenas sus bordes costeros han sido desarrollados para el turismo en los últimos años.

Ahora, esta "operación de civilización", como ha llamado la prensa egipcia al proyecto, pretende convertir el Sinaí en una nueva tierra de las turquesas, sobrenombre por el que era conocida en época faraónica por su riqueza en esas piedras semipreciosas. Sólo así será posible crear dos millones de puestos de trabajo y lograr que los 270.000 habitantes -en su mayoría beduinos- que actualmente pueblan la península se conviertan en cuatro millones en veinte años. De lograrlo, El Cairo vería disminuida la presión demográfica que le ahoga.

Las obras -cuyos primeros proyectos de licitación ya están en marcha- incluyen desde escuelas, hospitales y mezquitas hasta conducciones de agua, puentes y líneas de ferrocarril. Así, se prevé reabrir la vieja línea Alcántara-Rafa e iniciar el trazado de otra nueva. También se planea un nuevo puente sobre el canal de Suez, el puente de El Ferdan, que unirá Al Wadi y el Sinaí en el kilómetro 71 del norte del canal.

Precisamente la construcción del puente de El Ferdan es uno de los trabajos que primero van a iniciarse, una vez que en abril se terminen los estudios preliminares. La obra, que estará concluida en un plazo de tres años, supone una inversión de 250 millones de dólares (unos 33.000 millones de pesetas), y su financiación corre a cargo de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional. Pero nada comparable a la excavación de un gran canal, El Salam, para transferir agua del Nilo desde la ciudad de Domiat, en el delta, hasta el Sinaí. Una vez acabada, esta vía de agua, en cuya realización cooperan los Emiratos Árabes Unidos, permitirá irrigar 450.000 fedans (cerca de 200.000 hectáreas).

La financiación internacional va a resultar clave en un macroproyecto de esta envergadura. De momento, el Gobierno egipcio ya ha dado el visto bueno a las ofertas presentadas por Estados Unidos, Francia, Italia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Arabia Saudí y, fruto de los nuevos aires que soplan en la región, también Israel. Este país, con el que Egipto firmó la paz en 1979 pero el resto de los Estados árabes sólo ahora empiezan a normalizar relaciones, ha ofrecido 1.500 millones de dólares a cambio de un permiso para cultivar 150 fedans (unas 64 hectáreas) en el Sinaí.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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