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El Grupo de los Siete logra superar sus diferencias sobre México en la reunión de Toronto

Antonio Caño

Bastaron 30 minutos de conversación privada entre el secretario del Tesoro norteamericano, Robert Rubin, y el ministro de Finanzas de Alemania, Theo Waigel, para que todo el Grupo de los Siete (G-7) diera ayer sus bendiciones al plan elaborado por Estados Unidos para el rescate de México. Los ministros de los siete países más industrializados del mundo manifestaron, no obstante, la necesidad de que el Fondo Monetarío Internacional (FMI) tome las medidas oportunas para evitar que una crisis de esas características vuelva a presentarse en el futuro.

La reunión entre Rubin y Waigel, mantenida al comienzo de la conferencia de dos días que el G-7 comenzó el viernes en Toronto (Canadá), despejó rápidamente lo temores existentes acerca de un conflicto entre Estados Unidos y sus aliados europeos sobre la forma en que el Gobierno de Bill Clinton había manejado la crisis mexicana. El G-7 agrupa, además de a Estados Unidos, a Canadá, Japón, Alemania, el Reino Unido, Francia e Italia.. "Apoyamos completamente el paquete" de ayuda económica, reunido por Washingtón,_ declaró el ministro de Finanzas alemán. "Hay un reconocimiento del hecho de que la iniciativa norteamericana necesita y merece apoyo" recalcó asímismo el primer ministro y ministro del Tesoro de Italia, Lamberto Dini.Discrepancias iniciales

El presidente Bill Clinton anunció esta semana un paquete de casi 50.000 millones de dólares en créditos y garantías para créditos con el fin de sacar a México de una crisis financiera que había puesto en jaque los mercados de todo el mundo. Estados Unidos aportará 20.000 millones de dólares de esa suma, el FMI 17.800, y otros países desarrollados añadirán otros 10.000 millones de dólares a través del Banco Internacional de Pagos, una institución con sede en Basilea.La discrepancia de algunos Gobiernos con ese plan se hizo patente cuando seis países europeos, entre ellos Alemania y el Reino Unido, se abstuvieron el pasado miércoles en la votación del FMI sobre su aplicación. Las reticencias de esos países tenían que ver con el hecho de que Estados Unidos implicase al FMI con el mayor crédito de su historia y al banco de Basilea para compensar el fracaso de la Administración norteamericana, que no había sido capaz de sacar adelante en el Congreso los 40.000 millones de dólares propuestos inicialmente por Clinton.

El papel del FMI en futuras crisis de las características de la mexicana fue ayer objeto de debate por los ministros del G-7. Francia, Italia y el Reino Unido manifestaron que el FMI tenía que perfeccionar sus métodos de control de las economías emergentes. "Las políticas del FMI y del Banco Mundial están basadas en sus experiencias de los años sesenta y setenta, y no tienen en cuenta la emergencia de los mercados globales", declaró Lamberto Dini.

La reformas de los organismos internacionales de crédito será un punto destacado de la agenda de la próxima cumbre del G-7, que se celebrará el próximo mes de junio en Canadá.

Algunos países europeos desearían la puesta a punto de una lista de países sensibles que se colocarían bajo estrecha vigilancia para evitar que un debilitamiento de sus reservas monetarias les ponga al borde de la bancarrota.

Además de su tradicional repaso a la economía mundial, marcada por la reactivación europea y el crecimiento en Estados Unidos, el Grupo de los Siete también animó a Rusia, a pesar de la crisis chechena, y a Ucrania a continuar con sus reformas.

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