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Reportaje:EXCURSIONES

Un anacronismo deliberado, y feliz

Remontar a caballo el puerto de Navacerrada es un anacronismo deliberado y feliz, como llevar camiseta de tirantes o ir en tren a Berlín.Es, además, una pérdida de tiempo saludable, de la que sin duda abominarán el manchego apresurado, el adicto a la nieve y demás especies motorizadas. La carretera que zigzaguea abarrotada por la ladera occidental de la Sierra de los Camorritos no engaña..

Aquellos bandidos

Se trata de viajar cabalgando a un pasado que éstos se les antojará remoto y ajeno: aquellos días en que G. Borrow pudo escribir que el paso de Navacerrada era un lugar poco concurrido y peligroso, por hallarse infestado de bandidos (La Biblia en España, 1838); aquellos días anteriores incluso al trazado de la dichosa carretera, construida en 1788 por obra y gracia del rey de turno para mejor comunicar Madrid con el flamante palacio de La Granja.A óscar Jiménez, que fue vaquero montado antes que conductor de clase B-I, los atascos dominicales que infartan el acceso al puerto le traen al pairo . Su mundo descansa sobre cuatro patas y un axioma serrano: "Si no puedes. ir con tu caballo, no vayas".

El caso es que este parrao ha quedado a media mañana con un par de urbanitas recalcitrantes y no piensa dejar pasar la oportunidad de convertirlos a su escueta fe ecuestre, demostrándoles que es posible ganar la cabecera del valle de Navalmedio (o sea, el puerto de Navacerrada) sin insultar las herraduras con asfalto. En pocomás de una hora. Así estén cayendo copos de nieve como puños...

Pertrechados como partisanos, abandonan los tres Cercedilla en demanda del puerto por el camino de los Ciruelos y luego por el de Cantos Gordos, vadean el arroyo Pradillo y se asoman al Raso Simón, desde donde se otean divinamente el embalse de Navalmedio, hacia oriente, y las crestas de Siete Picos, hacia septentrión. Melojos, primero, y pinos silvestres, después, los arropan a su paso, por la vereda de Navalmedio, se retiran para que disfruten a sus anchas de la pradera de las Cortes y finalmente los vuelven a engullir -pero ahora son árboles de estatura magnífica, cuyas copas se enredan en las nubes bajas- al enfilar el camino del Calvario.

Fue esta antiquísima senda, de resonancias bíblicas, la que fatigaron a principios de siglo los pioneros del Guadarrama en sus desplazamientos de Cercedilla al Ventorrillo, campo base (por decirlo así) de las primeras ascensiones a la Maliciosa y a Cabezas de Hierro. Eran cuatro gatos. El tren y el automóvil no se habían atrevido aún con el puerto. Y entonces nevaba el triple que ahora. La osadía, empero, les hacía entrar en calor, e iban dejando impunemente las prendas que les estorbaban colgadas de los árboles, en la seguridad de encontrárselas a su regreso. Menudos tiempos...

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Pero los jinetes no tomarán esta mañana el ramal que, a mano derecha, conduce al Ventorrillo, sino que progresarán por la margen izquierda del arroyo de Navalmedio -más arriba, regajo del puerto- hasta dar con sus monturas en la pradera de la Vaqueriza.

Un breve trecho los separa ya de su destino. En efecto: a poco de salvar el arroyuelo, en una pronunciada curva,se topan con la capilla de la Virgen de las Nieves y, amarran, pues han llegado a puerto.

Caballeros recogidos

Lindan estos terrenos sagrados con los de la estación del tranvía Cercedilla-Cotos, artefacto responsable -según el Anuario del Club Alpino de 1929- de haber transformado el puerto de Navacerrada en "un lugar vulgar e insoportable, particularmente en la época de nieve, con una masa de curiosos, que, con botas de vino y palabras soeces, quitan el encanto a estos lugares".. Y lindan estos lares también con el área de influencia del restaurante Ochoa, a cuyo amparo los caballeros se acogen este día. Al arrimo del radiador, los tres jinetes acuerdan el camino de vuelta: senda Schmid, puerto de la Fuenfría, carretera de la República, Navarrulaque... Y brindan con caldo de cocido, que es otra cosa que en estos tiempos ya no se estila, como llevar tirantes o viajar en tren hasta Berlín.

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