Los valores de la democracia
El viernes 13 del corriente publicó EL PAÍS un artículo del profesor Aurelio Arteta que, estoy seguro, ha merecido la atención preferente de sus lectores y la aprobación de buena parte de ellos. Éste es mi caso.Pocas veces se ha abordado un tema esencial -los supuestos y valores de nuestra democracia, la realidad de toda democracia con tanto rigor, altura y claridad.
Si bien el título del artículo, Era el gato negro, podría conducir a atribuirle motivación coyuntural o alcance personalizado, el tratamiento general de los temas y la altura moral le sitúan sobre toda aplicación anecdótica. El razonamiento central de Arteta provoca mi total aprobación.
Muchos son los logros del sistema político que estamos construyendo desde la restauración democrática en los años setenta. Todos ellos son extremadamente valiosos e irrenunciables. Pero todos ellos se asientan en principios y valores cuya integridad es garantía del sentido y alcance del sistema. Es el respeto a estos valores y principios lo que convierte a la convivencia política en un factor de civilización, lo que otorga sentido al pacto social mediante el cual el individuo inserta su libertad en la de la comunidad para obtener fines generales sin menoscabar su propia soberanía moral. Lo que, en definitiva, sustenta a la democracia, que es algo más que una mera forma de organización del poder.
De la misma manera que el vi gor y la viveza de ánimo dependen de ese equilibrio que se cono ce por salud, la confianza del ciudadano en lo público deriva de la seguridad renovada de que la base del acuerdo ético se cumplenatural y cotidianamente.
Estamos, sin duda, en una situación en la que no hay que echar por la borda lo que los clásicos denominaban prudencia política; pero en la que precisa mente no solamente lo único ético -que ya bastaría de por sí- sino lo único razonable, es abordar los temas desde el plano de los principios. Es lo que Arteta hace en su artículo; por ello no está, tal vez, de más señalarlo.
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