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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuestión de conciencia

SI EN Herri Batasuna queda un resto de dignidad y humanidad, sus miembros deberían agradecer a Begoña Garmendia su valor para criticar, contra la opinión expresa de la dirección de su partido, el asesinato a manos de ETA de Gregorio Ordóñez. Por confusa que pueda resultar la argumentación de Garmendia, los jefes de HB entendieron perfectamente que la apelación de la concejal a su propia conciencia para rechazar el crimen suponía cuestionar la autoridad de ETA: lo único que no se puede consentir en esa cofradía de fanáticos.Según su portavoz, condenar el atentado sería "condenar a un sector amplio de la sociedad vasca" y ello sólo serviría para "aumentar la confrontación sin solucionar nada". Una encuesta del Gobierno vasco de marzo de 1991 indicaba que ocho de cada diez vascos pensaban ya entonces que ETA se había convertido en un obstáculo para el progreso del País Vasco y debería disolverse sin más; tan sólo un 13% pensaba lo contrario: un porcentaje similar al de los votantes de HB.

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Muchos de quienes siguen votando a ese partido, en cuya Mesa Nacional se sientan, según el consejero Atutxa, algunos de los que dirigen la estrategia del terror, intentan tranquilizar su conciencia diciendo que personalmente están contra la violencia y que preferirían el cese de los atentados. Sin embargo, ninguno de ellos puede ignorar que, cualquiera que sea su voluntad individual, ETA va a interpretar esos votos como un respaldo a la violencia que practica y una invitación a seguir matando. Por eso, quien quiera ayudar a los miembros de HB a superar su temor debe comenzar por decirles que su coartada es falsa; que no es posible creer en la sinceridad de su deseo de paz mientras no se atrevan, como mínimo, a decir en voz alta que un crimen es un crimen. Como hizo ayer Begoña Garmendia.

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