"Madrid es como la vida, infrenable"
Puede ser la de esta noche una de las últimas veces que Pablo Carbonell ejerza de voz cantante de Toreros Muertos. Hace casi una década, con más de 40 cervezas dentro, parió la más cariñosa -y narcisista- oda a la meada humana que jamás se haya esscrito. Con Mi agüita amarilla, Carbonell confirmó un personaje que había empezado a fabricarse un poco antes a dúo con Pedro Reyes y que se reafirmó como presentador pintoresco de televisión y actor de cortos, sketches y películas del cine español moderno. Sin renunciar del todo a su pasado, Carbonell afronta una reconversión hacia cantante en solitario y lamenta que su transformación coincida con el resurgir de los nuevos cantautores, cajón de sastre donde no le gustaría que le metieran. Antes de que se produzca la mutación definitiva, Carbonell será otra vez hoy, aunque sea por unas horas, el cantante de Toreros Muertos.
Pregunta. ¿Acaso estaba harto de cantar tantas veces Mi agüita amarilla?
Respuesta. No, me sigue divirtiendo mucho. Lo que pasa es que ahora me resulta muy complicado y difícil seguir con mi grupo.
P. ¿Está anunciando1a disolución definitiva de Toreros Muertos?
R. No quisiera, porque siempre está la puerta abierta del doble disco en directo grabado para una multinacional. Podría llamarse La noche de los Toreros Muertos Vivientes, por ejemplo.
P. ¿Se incorpora así a los cantautores Guerra, Molina, Álvarez... ?
R. No. Lamento que mi impasse personal haya coincidido con esta moda que se veía venir. Es más barato ir con una guitarra que con un grupo, pero no voy de cantautor plasta. Simplemente mis canciones de ahora no pegarían en Toreros Muertos, pero tampoco las podrían cantar Víctor y Ana.
P. ¿Es la suya la evolución lógica del travieso que al crecer deja de serlo?
R. Que no quiera mezclar mi pasado con mi presente no significa seriedad. A mí lo cómico me sale sin querer. Pero es acontecimientos marcan ahora mi vida: separare de mi mujer, enamorame de una chica maravillosa y una estancia en Mojácar, donde experimenté la meditación y el viaje astral.
P. ¿Y no podía haberse quedado en Madrid a meditar y a viajar?
R. Es difícil concentrarse en una ciudad donde hay cosas tan feas como la nueva estatua de La Violetera, donde la especulación de las terrazas acaba con el mercado artesanal de la plaza de Santa Ana, con una Puerta del Sol donde no hay un solo sitio para sentarse... Es decir, en una ciudad donde todo está hecho una porquería.
P. A la que usted llegó desde Huelva hace más de 10 años a buscar fortuna.
R. Sí, pero hace 10 años no me quitaba la Policía Municipal de la calle de Preciados por hacer mimo, como me pasó hace poco amparándose en que, al distraer a los viandantes, los carteristas hacen su agosto.
P. ¿Aborrece ahora esta ciudad?
R. No, porque tiene cosas que no se las pueden cargar. Siempre he dicho que si Álvarez del Manzano hubiera sido alcalde de Nueva Orleans, el jazz jamás hubiera existido. Menos mal que Madrid es como la vida, infrenable.
P. ¿Seguirán los Toreros Muertos sin usted?
R. No lo creo, los Toreros Muertos sin Pablo Carbonell es como una fabada sin fabes.
Toreros Muertos. Hoy, a las 22.30, en Silikona. Plaza del Encuentro, 1. Moratalaz. Entrada libre.
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