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El Deportivo sólo se enfrentó a sí mismo

El equipo de Arsenio no pasó apuros en Las Gaunas, pero no mejoró ante el colista

TOÑO SANZ La afición riojana está padeciendo una cruel. singladura con el ánimo puesto en alcanzar el puerto de la permanencia. Tempestad tras tempestad, derrota tras derrota, prevén su condición de náufragos y han arrojado al mar futbolero la Última botella vacía de Rioja que quedaba en la embarcación. Dentro de la botella va un único mensaje: "¡Aúpa Logroñés!". Lástima que esa moral casi alcoyana y ese ánimo parejo al bético no saque a su equipo del fondo abisal de la tabla.

El Deportivo se enfrentó a sí mismo, medio enterró sus problemas de locuacidad y se llevó por delante a un equipo demasiado afiliado a la derrota. Pero sin apenas gloria.

Arsenio siempre ha sabido que la prisa es una pasión de necios y que la fortuna premia a la espera. Y ante la presión inicial de los riojanos, que pusieron a prueba a Liaño en el minuto 5, no cabía sino es pe rar a que la lógica se impusiera. La demostración del aserto tardó siete minutos en llegar.

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José Augusto mandó a sus líneas que se estrecharan, empequeñeciendo aún más el campe. y poniendo niebla en la ruta que rige el juego gallego. El artilugio táctico funcionó, provocando que Donato, Mauro Silva y Fran se tropezaran. Pero el balón de Ribera rompió la bruma central y fue a caer en el pie idóneo, el de Bebeto.

Tras el gol, siguió la espesura. Demasiadas piernas para tan pocas trayectorias. Fran encendió los antiniebla en el minuto 17 y Bebeto se volvió a quedar solo ante el portero, pero el suelo no estaba ni para aguantar su fragilidad y no hubo premio.

El Logroñés, descerrajado, persistió en su lucha. Silvio llevó el segundo balón de peligro hasta Liaño en el minuto 26. Y, seis más tarde, José Ignacio recibió el mejor de los pases, pero acabó tirándose al, suelo y pretendiendo convertir en penalti su error de cálculo. La aguerrida disposición de los riojanos estaba robando superlativos al club gallego.

El primer tiempo se cerró sin que se pitara un solo saque de esquina. El Logroñés llegó tres veces al portal contrario y el Deportivo, dos. El fútbol parecía condenado a dormir en las pizarras del vestuario.

El primer córner del partido, favorable a los de casa, tardó dos minutos en llegar. Y a poco llegó el segundo. Crecía la presión riojana y Donato inició un recital de pelotazos largos.

La fortuna se cansa de llevar, a uno a cuestas durante mucho tiempo. Y Arsenio también parece saberlo. Así que, tras un disparo lejano de José Ignacio, el brujo empezó a desconfiar del valor de la calma y puso a calentar a sus hombres del banquillo. Entretanto, a la espera de cambios, sus hombres de campo renegaban de su fútbol y se entregaban con gula al pase largo.

La noche se fue enfriando y, con ella, el partido y la grada. Silvio daba pruebas de nulidad irreversible, Liaño volaba apresando todo cuanto se le acercaba y Arsenio dernoraba el primer cambio tanto que sólo le dejaba un cuarto de hora a Manjarín para intentar darle sentido ofensivo a un equipo que se había olvidado de visitar a Ochotorena.

El partido se reavivó al final, gracias a Bebeto y a Mauro Silva, que recuperaron crédito para su equipo en los minutos finales. El resultado. premió en exceso al Deportivo y dejó al Logroñés más solo todavía en su lóbrega situación. Aunque, al igual que el longobardo Bertoldo se sentía feliz los días de lluvia porque sólo cabía esperar días de sol, la afición riojana acabó aplaudiendo la derrota, pues sólo cabe un cambio: la victoria.

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