Una mujer 63 años, detenida por vender hachís en su quiosco de pipas

Rosario M. M., de 63 años, vendía en su pequeño quiosco de la avenida de Abrantes (Carabanchel) pipas, caramelos, telenovelas y, según la policía, hachís. Su clientela eran los alumnos del colegio público Julián Besteiro y los del instituto Gonzalo de Berceo, ambos, cercanos al quiosco. La pipera, conocida en el barrio como La abuela porque siempre estaba rodeada por sus tres nietos, fue detenida el jueves por la tarde tras ser hallados en su quiosco -una caseta, metálica en la que apenas cabe una persona- dos chinas, que vendía a 500 pesetas, cuatro que vendía a 1.000 y dos pastillas que pesan un total de 34 gramos. Además, la policía encontró un porro liado, papel de fumar, 9.000 pesetas y un cuaderno en el que, al parecer, la mujer apuntaba los gastos y ganancias derivados de la venta de dicho material.Ayer, ante el asombro de algunas madres, muchos niños del barrio reconocieron que era un rumor muy extendido en el colegio que la Pipera vendía, además de golosinas, droga. "Es una señora muy, pero que muy simpática", afirmaba tajante Bruno, de 12 años, alumno de 60 de EGB del Julián Besteiro. "En el colegio mucha. gente decía que vendía droga, pero yo no lo he visto nunca y siempre compro aquí caramelos". En la bodega Urbe, el local mas próximo al quiosco, varias mujeres del barrio coincidieron en la "enorme" simpatía de Rosario M. M. "Ha sido una verdadera. sorpresa", reconocieron. "En un barrio como éste, donde venden droga de verdad en todas partes, detener a esta señora resulta casi ridículo", apuntó una de las mujeres, mientras otra sentenció: "Es que no te puedes fiar de nadie".
La pista
Los niños fueron la pista que siguieron los funcionarios del Grupo de Delincuencia Urbana de Carabanchel para dar con esta peculiar camella. Los funcionarios, según informó ayer la policía, siguieron durante varios días a los niños que consumían esta droga y que estudiaban en los colegios citados. Todos se dirigían al mismo sitio. Tanto el Julián Besteiro como el Gonzalo de Berceo están situados a unas cinco manzanas del quiosco y, aunque en el camino hay otros puestos de chucherías, el de La abuela era el de más fiel clientela. "Si no teníamos dinero para caramelos nos los fiaba", recordó ayer otro de los niños que solía comprar golosinas en el puesto. Otra niña apuntó: "Dicen que rellenaba los caramelos con droga". "¡Qué tontería!", gritaron los otros niños.
Rosario M. M. fue definida ayer por su joven clientela como una mujer "con el pelo rizado y canoso, gorda y sonriente". En su quiosco, que carece de luz eléctrica, que calentaba con un pequeño brasero, también se in tercambiaban telenovelas. Allí se reunían sus hijos y nietos para hacerle compañía, ya que Rosa rio M. M. tenía el puesto abierto todos los días hasta las nueve de la noche.
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