De Leganés a Cuba
Por imperativo legal, y sin otros preámbulos, quiero hacer pública una confidencia cuya divulgación ha de, conmocionar necesariamente al mundo. Un testimonio tan demoledor, que incluso a mí mismo me produce escalofríos: los Reyes Magos, lector silencioso, no existen. Ni vienen de Oriente, ni montan en camello, ni huelen a incienso, ni nada. Así están las cosas. Y ante la magnitud de esta revelación, me pregunto cuántos días pasarán antes de que el CESID tenga a bien ajustarme las cuentas.. De hecho, no me extrañaría en absoluto que, coincidiendo con la publicación, de este artículo (siempre que mis editores tengan el arrojo de sacarlo a la luz), las televisiones de medio mundo interrumpieran sus emisiones habituales, que los ejércitos del otro medio movilizaran sus efectivos de choque y que brigadas incontroladas de niños rabiosos, armados con hachas y machetes, me tendieran alguna emboscada en el. portal; todo lo cual me conduce a un profundo sentimiento de indefensión, sólo comparable al que pueda padecer el propio Barrionuevo, sí no má:3. Cierto que. un aserto de este tipo ha de apoyarse en pruebas contundentes, a ser posible documentales; y ocurre que, por el momento, yo carezco de ellas. Arriesgo mucho, en consecuencia; y por ello, desde ahora mismo, me considero un tipo marcado, cuya inmolación popular ya sólo es una cuestión de tiempo y oportunidad.Sin embargo, antes de que este linchamiento llegue a consumarse, quiero aportar al sumarlo ciertos datos que acaso puedan abrir rendijas en la oscuridad. Por ejemplo, ese febril y sospechoso incremento consumista que se produce en Navidad. Artículos tan dispares como los Moto Ratones, los Babys Mocosetes, los Mamarrachos Feber e incluso vales-sesiones para adelgazar en Body-Form se venden sin freno en jugueterías y centros comerciales; todo ello, en medio del bullicio general. Bien, y yo me pregunto: ¿adónde van a parar estas mercancías adquiridas a la sombra de la paga, extra? ¿Es que desaparecen justo cuando van a llegar los Reyes? Mucha, casualidad me parece a mí. Y otra cosa: si. uno se fija bien, Melchor, Gaspar y Baltasar a menudo se encuentran simultáneamente en seis o siete cabalgatas diferentes, y no siempre tienen la misma cara. Desde luego, habrá quien argumente que son magos y que, además de estar en su derecho a transformarse, también disponen del don de la ubicuidad. Pues bien: en contra. de esta corriente de pensamiento, me veo en la obligación de recordar a los interesados que la ubicuidad, como tal, y dicho sea sin el menor ánimus iniurandi, es un fenómeno científicamente imposible, inasequible a los manejos. Y me planteo de repente si Pedro J. y sus sabuesos estarían dispuestos a investigar en profundidad este tema, y en su caso, después de haber desenmascarado a los de Oriente, dar cabida a la historia en forma, digamos, de cuadernillos diarios adosados al periódico. Es sólo una idea.
Pero para evitar confusiones y malentendidos, deseo manifestar que en realidad yo no estoy en contra de los villancicos, ni de los polvorones, ni de las bombillitas de colores; ni siquiera de Chiquito de la Calzada vestido de Papá Noel. Además, el hecho de que los humanos corrompan y subyuguen sistemáticamente el mensaje de la Navidad no significa que ésta carezca de atributos capaces de elevarse y superar la mediocridad de sus teóricos valedores. En Leganés, por ejemplo, varias personas han organizado un asunto que se aproxima, y mucho, a ese espíritu sencillo y solidario, casi místico, que flota en ciertas películas de Frank Capra. Durante las últimas semanas se han distribuido 18.000 bolsas de plástico con el propósito de que los vecinos las llenaran con artículos de primera necesidad Gabón, ropa, lápi ces, juguetes, cepillos, vendas, etcétera), efectos que posteriormente serán enviados a los habitantes de Arroyo Naranjo, Cuba, un municipio que en 1993 firmó un protocolo de hermanamiento con Leganés. Las bolsas han sido repartidas de mano en mano, o a través de los buzones; y una vez llenas (el gasto medio por bolsa oscila entre 1.500 y 3.000 pesetas), y siguiendo una consigna establecida, los vecinos han de acudir a los centros de recogida, donde un voluntario llamado Ángel las trasladará con su furgoneta a un almacén de clasificación (nave cedida por un empresario), desde donde a mediados de enero partirán a su destino. Bien pensado, creo yo. Porque la historia es simple, y magnífica también; y todavía algo más importante: real. Lo que le confiere un rango volador. Valga la paradoja. Loor a estos humanos.
Alfonso Lafora es escritor.
