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Un cliente denuncia a una discoteca por no dejarle telefonear tras ser agredido

Antonio Jiménez Barca

Un hombre de 22 años recibió en la noche de Reyes tres puñetazos y un cabezazo en una discoteca de Madrid, después de verse envuelto en una pelea. Su hermana, M. C. Y., de 26 años, que le acompañaba, intentó llamar a la policía, pero, según cuenta en la denuncia que el agredido ha presentado contra la discoteca -situada en la carretera de Barcelona, kilómetro 9,600-, le dijeron que no podía. Tras los golpes, R. C. Y. fue atendido en el hospital Ramón y Cajal de hematomas en la cara y de la fractura de un hueso de la nariz.

Una persona, que dijo ser el portero de la discoteca -y que no quiso dar su nombre-, lo negó todo, tras atender la llamada de este periódico: "Es falso que dijéramos que el teléfono no funcionaba; ahí estaba y pudieron utilizarlo; si no lo hicieron fue porque no quisieron".R. C., limpiacristales de profesión, que también prefiere quardar el anonimato, había acudido a la discoteca Kea en compañía de un grupo de 15 amigos, la mayoría miembros del equipo de fútbol Sequillo (del barrio de Ciudad Lineal). A las cuatro de la mañana se produjo un altercado entre los amigos del agredido y otros clientes de la discoteca que se encontraban allí. R. C., según cuenta él, se vio de repente, sin comerlo ni beberlo, rodeado por tres hombres que le propinaron tres puñetazos y un cabezazo. "Yo estaba bailando y de pronto vi cómo me rodeaban tres hombres; me pegaron tres puñetazos y un cabezazo y me caí al suelo. Mientras estaba tirado me dieron una patada".

Al momento, empleados de la discoteca sacaron "a empujones", según cuenta la hermana del agredido, a todos los componentes del grupo de R. C.

"Se pelearon entre los dos grupos, no sé por qué ni cuándo empezó", cuenta el portero. "A mí me avisaron los camareros y entre amigos de uno y otro bando conseguimos separarlos", añade.

La hermana explica: "Una vez fuera, yo solicité que me dejaran llamar a la policía para que detuvieran a los que habían pegado la paliza a mi hermano, y entonces me dijeron que nada de policía, que el teléfono no funcionaba", relata la hermana, quien asegura que media hora antes ella había usado ese teléfono. "Y al grupo que había pegado a mi hermano lo dejaron dentro, según me dijo uno de los porteros, debido a que eran clientes habituales", prosigue.

Uno de los propietarios de la sala, Jose Adolfo Portilla, cuenta que el hecho de sacar por la fuerza a R. C. y sus amigos y dejar al otro grupo dentro fue una medida de prudencia: "Fue una pelea entre dos grupos, y si los hubiéramos echado a todos se habrían pegado en la puerta".

"Yo les había pedido a los Reyes Magos un regalo original, pero nunca pensé que fuera esto", dice el agredido, quien, una semana después del incidente, todavía lleva en la cara las marcas de los golpes.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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