_
_
_
_
_

Reyes para pequeñas penas

Los niños desamparados celebraron como Magos a dos policías y un fiscal

El rey Gaspar dejó ayer la pistola PK reglamentaria en casa. Tampoco cogió la placa. Así, por primera vez, acudió a su cita desarmado. Y se enfrentó a un mar de penas pequeñas y pedigüeñas. Un océano de manos que no sabía -o no quería saber- que detrás de aquel rey mago de barbas doradas se escondía uno de los más duros policías de Madrid, un hombre acostumbrado a ver temblar el horror bajo su bigote: el jefe de Homicidios y Delitos Sexuales de la Policía Judicial, Esmeraldo Rapino. Le escoltaban en la operación un avezado Baltasar -un inspector del Grupo de Menores- y un infatigable Melchor -el fiscal. de menores Ignacio Esquivias-El objetivo de tanto despliegue fiscal y policial eran los vástagos del delito, del desamparo. Más de 225 menores acogidos en centros de tutela de la Comunidad. Los niños, reunidos para la fiesta en el internado de Concepción Arena¡ (Canillejas), se encontraron -algunos por vez primera- con un regalo. En sus rostros, como el de Lucía -nombre falso-, de 5 años, se leían las trazas de un rugiente pasado, presidido por el jaco -heroína- y unos padres descabalgados. -¿Y tus papás? "No sé". Corrió a juntarse con su amiga Gemma. ¿Y qué les vas a pedir a los Reyes? "Pinturas para dibujar". ¿Dibujar qué? "Pues de todo, el patio, la casa..."., Se refería la chiquilla al internado y sus altos muros, y también al patio de hormigón y hierba en el que ayer por la tarde se mecía una multitud de tragedias como la suya. Un oleaje que se convirtió en marejada cuando el altavoz anunció la llegada de los Reyes Magos, Fue el espectáculo. Bajo el batir del helicóptero,' los tres Reyes Magos hicieron su entrada a caballo. Después, se sentaron en sus tronos, bajo una tienda de lona blanca, a la que los niños subían nerviosos y bajaban con un regalo -nunca de contenido violento-. Desde allí arriba, los reyes pudieron ver, sentados en su regazo y balbuceando deseos, el resultado de sus casos.

Por la mañana, un inmenso roscón de Reyes de casi 14 metros de largo (8.000 raciones) había batido, en la Puerta del Sol, el récord Guinness a beneficio de los niños de Aldeas Infantiles. Y en el hospital del Niño Jesús, por la tarde, dos pediatras y un cirujano colgaron la bata blanca y se pertrecharon de corona y capa de terciopelo.

Les esperaban niños, enfermos: pero felices.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_