Autonomía monetaria
EMILIO ONTIVEROSEl autor explica en su artículo las funciones del nuevo Banco de España y resalta que su objetivo prioritario deberá ser vigilar la estabilidad de los precios.
El próximo 1 de enero entrará en vigor la Ley de Autonomía del Banco de España. Constituye una de aquellas reformas estructurales, enunciadas en la primera versión del Programa de Convergencia de marzo de 1992, que está estrechamente asociado al objetivo único que se le asigna en esa ley a la política monetaria: la estabilidad de precios. Se supone que un banco central -su gobernador y su consejo- independiente del Gobierno estará menos expuesto a presiones políticas y de otro tipo tendentes a, subordinar, la orientación de la política monetaria a propósitos distintos' a aquél. Los parlamentarios españoles -han. tenido ocasión recientemente de, analizar los Objelivos e instrumentación de la política monetaria en 1995 que el gobernador del Banco de España ha presentado ante la Comisión de Economía. El objetivo final se ha cifrado en una tasa máxima de inflación, medida por el índice de precios de consumo, del 3% a lo largo de los próximos tres años. Para que esa meta sea alcanzable, el Banco de España considera que a comienzos de 1906 (una vez desaparecido el efecto del aumento en el impuesto sobre el valor añadido) el ritmo interanual de crecimiento del IPC debería encontrarse entre el 3,5% y el 4%. Sobre la base de esa formulación, las Cortes Generales habrán de evaluar, al menos una vez al año, si los responsables del banco central han hecho bien su trabajo. Tarea impor tante, pero en modo alguno sencilla. En primer lugar, porque son diversos y relevantes los factores generadores de inflación que no están bajo el control directo del banco central. Segundo, porque esos factores reaccionan de forma desigual, y generalmente tardía, a las medidas de política monetaria. Por último, pero no menos importante, porque el Banco de España no dispone, de objetivos intermedios que faciliten de forma suficientemente fiable el seguimiento periódico del grado de aproximación a es e objetivo firme. Hasta ahora, el Banco de España, al igual que otros,bancos centrales mantenía objetiv intermedio de la como de la política monetaria uno de los agregados de la oferta monetaria, los activos líquidos en manos del público (ALP).- La falta de vinculación estable de ese agregado al gasto, nominal en bienes y servicios ha determinado su abandono, aunque ello no impedirá que siga desempeñando una función, pero como un indicador más, dentro del amplio y diverso con junto que se supone orientará el nuevo, esquema de conducción de la política monetaria. Esa renuncia a hacer de la cantidad de dinero un puente entre el objetivo final y los instrumentos de la política monetaria es por sí solo expresivo de la paradójica situación a que se enfrentán hoy los bancos centrales. Acceden a su autonomía cuando mas complicado es su ejercicio: con tipos de cambio virtualmente flexibles, en presencia de una intensa dinámica de innovación financiera y una perdida progresiva de peso específico de la actividad bancaria tradicional en el conjunto del sistema financiero. Los mercados financieros, operando en un entorno de amplia movilidad internacional de los capitales, constituyen, en realidad, la restricción más importante a la autonomía de los bancos centrales: son el agente más activo en ese rápido envejecimiento funcional de las técnicas tradicionales del control monetario y, en algunos países, de los propios profesionales encargados de su aplicación. El ejercicio de esa autonomía tampoco encuentra en la propia situación de la economía española -en su posición cíclica y los factores de incertidumbre que siguen condicionando las decisiones de los agentes- su mejor aliado. Preservar la incipiente y vulnerable fase de recuperación de la economía puede ser la más inmediata fuente de conflicto a la que se enfrenté el Banco de España en el estreno de su autonomía.
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