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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No se van de Bosnia

HACE UNA semana la retirada de los cascos azules de Bosnia se había convertido en tema de moda. Se tomaban medidas militares de urgencia para protegerla y facilitarla. A pesar de que las declaraciones oficiales negaban su inminencia, la actitud de los principales Gobiernos interesados, como el francés, el británico y el español, denotaba que su preocupación principal era cómo sacar de Bosnia a los cascos azules sin sufrir pérdidas excesivas.Ahora, a todas luces el clima ha cambiado: se sigue hablando de retirada; la OTAN está ultimando planes concretos sobre las nuevas tropas que deberían tomar parte en esa operación; y algunos países, concretamente EE UU, se comprometen a aportar contingentes de tropas para proteger la salida. Esta preparación probablemente no se interrumpirá, ya que lo cambiante de la situación en Bosnia obliga a tener preparada cualquier eventualidad. Sin embargo, lo que ahora está en el orden del día no es ya la retirada, sino, por el contrario, su permanencia. El jefe del Estado Mayor francés, almirante Lanxadel, hace una visita a los cascos franceses para tranquilizarlos y estudiar la mejora de sus formas de vida.

¿Por qué se ha producido ese cambio de clima? Por un lado, los Gobiernos han tomado conciencia de que la retirada podría tener efectos dramáticos: los serbios extenderían las zonas de aplicación de su limpieza étnica, miles de mujeres y niños quedarían sin hogar y es previsible que se produjesen matanzas. El Gobierno bosnio podría desaparecer. El fracaso y la vergüenza para la, ONU y los países europeos serían aún mucho mayores de los que ya están sufriendo con la desastrosa política que aplican.

Por otra parte, los serbio-bosnios han ablandado algunas de las medidas con las que estaban empujando a los cascos azules a marcharse: han liberado a algunos que habían hecho prisioneros y han dejado pasar convoyes. En este marco se ha publicado lo que el jefe de los serbios de Bosnia, Radovan Karadzic, califica de su plan de paz. Sólo un cinismo sin freno permite emplear esa expresión. Se trata únicamente de una renuncia a las violaciones más decaradas que los serbios cometen de los compromisos a los que estaban obligados: soltar a los cascos azules prisioneros (a lo que agregan los bosnios de menos de 19 años), dejar que circulen los convoyes humanitarios y que funcione el aeropuerto de Sarajevo, y reanudar el alto el fuego en la capital que ellos han violado. Aunque sólo en broma puede calificarse esto de plan de paz, no cabe duda de que sería positivo que Karadzic aplicase lo que ofrece; sólo depende de él. Sería un retorno a la situación de hace un año en Sarajevo, que ya en si era lamentable, si bien no tan horrible como la de hoy.

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En todo caso, la sensación de ablandamiento que refleja Karadzic confirma la conveniencia de conservar los cascos azules. Pero mantenerlos no puede significar que sigan. como están. La experiencia de las brutales humillaciones que han sufrido por parte de los serbios no puede olvidarse. Es indispensable que la OTAN y la ONU tomen medidas para dotarlos de las condiciones mínimas que les permitan defenderse y cumplir la misión humanitaria que les ha sido encomendada. Karadzic demuestra con su actitud presente que están a la defensiva. Es, pues, el momento para que a los cascos azules se les den órdenes y medios para que puedan defenderse, imponer si hace falta el paso de convoyes. Y para que asuman en serio la defensa de las zonas de seguridad. Éstas son medidas que el Consejo de Seguridad ya ha votado, pero que han sido abandonadas por una política de creciente debilidad.

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