Inexplicable
Lo decía el otro día este periódico y es verdad: cada día hay más programas de radio dedicados a explicar lo inexplicable. De manera que estamos rodeados por el esoterismo y la parapsicología. Pero no es sólo la radio; el quiosco está lleno de publicaciones especializadas en el más allá, y en cualquier ciudad de tamaño medio se pueden encontrar numerosos expertos que por cuatro duros te hacen, una regresión para que revivas cómo fuiste guillotinado en una existencia anterior. Curiosamente, en la televisión han fracasado sucesivamente los distintos programas dedicados a tan importantes cuestiones. A lo mejor es que cuando se les ve la cara a los expertos en el más allá, la gente huye despavorida hacia el más acá. Se entiende.El caso es que estamos cocinando entre todos un oscuro potaje que ya no sabe a nada. Hasta el Dalai Lama se ha quedado insulso después de convertirse a sí mismo en la referencia habitual de las estrellas del rock, y en la cara, o la cruz, no sé, de Richard Gere. Y no es qué uno haya perdido el interés por lo inexplicable, al contrario, pero a veces la explicación a los enigmas más inquietantes sale, como sin querer, de la pluma de un autor de novelas de espionaje. De repente, el otro día, John Le Carré, en estas mismas páginas, decía: "Las potencias occidentales nunca han tenido la menor idea de qué hacer con el mundo si llegaban a liberarlo alguna vez del comunismo". Ya ven ustedes: sin necesidad de regresiones, ni hipnotismos, ni péndulos, sólo con una máquina de escribir y una cuartilla, llega un novelista de género y en una frase nos explica de golpe el mundo, el demonio y Chechenia. En fin, que lo incomprensible de verdad es esta ansiosa búsqueda de lo, inexplicable, cuando en lo más íntimo nadie ignora que, para asunto esotérico, la PSV, por ejemplo.