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Cuando las cosas del alma son poca cosa

Algunos pueblos musulmanes han decidido ponerse el Corán por montera y comenzar una nueva era de intransigencia en la que sólo existe una forma de pensar y, sobre todo, una forma de actuar. El que pretende vivir al margen de esa tendencia paga con su vida tan sacrílego atrevimiento. Como los responsables políticos de esas tendencias obran en nombre de Dios, no asesinan, simplemente recogen lo que es suyo, puesto que la vida de los hombres pertenece al Ser que los creó. Entiéndase que la vida no es un regalo de Dios, sino un crédito que se cancela a capricho de la entidad emisora.Olvidan estos señores integristas que dioses hay muchos y que el censo de los hombres que pertenecen a una u otra entidad no está definido. He aquí la pregunta del millón: ¿Es justo que los representantes de un dios atenten contra la potestad y patrimonio de otro dios de su misma graduación? ¿No estarán en desventaja las religiones monoteístas, llegado el caso de un reparto de patrimonio? ¿Qué ocurre con los que no admiten más creador que la madre que los parió?

Al margen de estas dudas de alto contenido metafísico, se observa cierto contagio de esta actitud radical a otras religiones, a otras posturas religiosas cuyas jerarquías vivían en el letargo político. Así, nuestra Iglesia, la Verdadera (como todas), comienza una nueva andadura política que se traduce en declaraciones de sus santísimas como un ciudadano más, no al amparo del palio, sino de la Constitución. Mientras, el ciudadano seglar nunca llegará a saber si estas declaraciones son inspiradas por el más allá, o son producto de las malas compañías. Es decir, el ciudadano ha de discernir si la jerarquía eclesiástica cuando habla como ciudadano debe su sabiduría a la proximidad que mantiene con el que todo lo sabe o, por el contrario, debe conceder a esa declaración el mismo crédito que a un comentario oído en la barra de un bar.

Estas religiones, coyunturalmente alejadas del poder político, comienzan a pensar que están haciendo el primo al mantenerse exclusivamente dedicadas al cuidado de las almas, puesto que su capacidad de conducir a la grey, en nombre de Dios, les puede deparar espacios de poder que ahora están exclusivamente en manos seglares. Para colmo, están en manos de los seglares que menos pasta están dispuestos a soltar en beneficio de una educación polarizada en un solo sentido religioso. Nadie duda que si el Partido Popular ganara las elecciones, la Iglesia se vería favorecida económicamente, aunque sólo fuera por que a los políticos gobernantes les costara menos el colegio de sus hijos. La cuestión es: si en un intento de todos a una, la Iglesia se decide a hacer campaña electoral en Santa Alianza con el PP, ¿cómo se va a cobrar su colaboración? Si se trata sólo de una compensación económica, estoy de acuerdo. Es lo cabal. La pasta, a fin de cuentas, es de los que ganan, y en tiempos como los nuestros, en los que la oferta mundana es la mayor que ha conocido la historia del hombre, parece ser que el simple cuidado del alma es poca cosa, se quiere cuidar también de los destinos terrenales para salvar, de paso, al no creyente.

Yo me conformaría con que de ese pacto no salieran decretos con los que nos anduvieran tocando el alma a los que la tenemos escondida a buen recaudo, en legítima defensa.

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