Uno y otro
Cuando entran las tropas rusas en Chechenia yo estoy leyendo a Ryszard Kapuscinski, su última obra, El imperio. Una guerra más. ¿De qué lado hay que estar en esa guerra?, se pregunta el improbable occidental interesado. ¿De qué lado hay que estar en Chechenia, como en otros cien puntos del planeta? Ya sólo vale una respuesta: del lado de los que van a perderla. La razón es inútil, ya sólo cuenta la piedad.
El gran Kapus, uno de los escritores fundamentales del siglo, ha cosido una obra maestra con el despliegue de su mirada sobre las ruinas de lo que fue la URSS. Lo ha hecho como siempre: ha ido al lugar y ha hablado con las gentes; ha leído y ha pensado; ha escrito luego de forma netamente libre. Como en otros de sus libros también, ha aplicado al relato una técnica coral, polifónica. Pero si en El emperador (sobre el Negus) o en El sha esa polifonía acaba cuajando en una totalidad glacial, detenida, el libro sobre las Rusias acaba en una simultaneidad inaprehensible de gritos, de desmembración, de pánico y locura. Pocas veces he visto que una técnica narrativa se adhiriera con tanta exactitud, con tanta inteligencia, al tema: pocas veces he visto un libro como éste, abierto en canal sobre un país desollado.
Kapusciriski no aspira tampoco a saber dónde está la razón. Ni en el Cáucaso ni en ningún otro lugar del imperio: cualquier síntesis en esta crónica desmembrada supondría una falsificación, una estafa literaria y moral. Y es en este punto donde su relato adquiere una hondura clásica, donde sus palabras entroncan con las palabras de todos aquellos que en épocas diversas y en circunstancias distintas han ido anotando sobriamente, con una perplejidad que va y vuelve de la risa a la lágrima, la aventura de saberse hombre. El drama crucial de saberse otro y lo mismo a un tiempo.
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