La muerte lega los miércoles a Bufarik
Una ciudad ensangrentada a tan sólo 30 kilómetros de Argel
Siempre en miércoles. Bufarik, de 100.000 habitantes, a poco más de 30 kilómetros de Argel, una de las puertas de la región de la Mitiya, que rodea la capital, se ha convertido desde hace semanas en una ciudad ensangrentada. El último incidente costó la vida a una chica de 17 años, asesinada a tiros en la puerta de su escuela. Ayer, el ejército patrullaba y controlaba las calles y accesos de la población, mientras los vecinos se preguntaban cuanto tiempo podrán soportar la angustia y el miedo."Marisol, su esposo y los niños ya no están en casa. Han dejado Bufarik. Han tenido. más suerte, se han instalado en España", explicaba ayer Farida, su cuñada, mientras abría con temor la puerta de su domicilio familiar y asomaba la cabeza, bajo una mata de jazmín florido.
A la izquierda, el pozo del agua. A la derecha, una escalera empinada y limpia que sube a un primer piso. Todo está como ellos lo dejaron. Los muebles, en el salón. Amontonados en un rincón. Cubiertos con las sábanas. Las fotografías de los hijos, en las paredes. Tazas y cerámica, en el aparador. Carteles de los cantantes, solitarios, pegados aún en los flancos de un armario.
Desde que Marisol y los suyos se instalaron hace varios meses en España, acosados por las amenazas de los integristas, en Bufarik han pasado muchas cosas. Sobre todo en miércoles. Es una extraña y singular coincidiencia. Se inició el 30 de noviembre, pocos minutos después de que sonara el toque de queda -23.30 horas-, cuando un comando integrista de un centenar de individuos rodeó el barrio Miami, suburbio basurero pegado a otro muy similar bautizado como Ciudad Dallas.
Los hombres armados subieron a los apartamentos. Sacaron de las casas a cinco ciudadanos. Los concentraron en un cruce de caminos, en el centro del barrio, convertido en plaza pública. Primero los fusilaron. Después los degollaron. Las víctimas eran dos periodistas, dos funcionarios del Ayuntamiento y un civil.
Ayer, en Miami, nadie parecía recordar nada, aunque se asegura que la respuesta no tardó en llegar y que, pocos días más tarde, en una misma madrugada, aparecieron esparcidos por diferentes puntos de la localidad los cuerpos degollados de 14 personas. Violencia mortal
El penúltimo incidente fue el del pasado 7 de diciembre. Frente a la puerta principal del liceo Zidane, donde se encontraba Mahdia Yedili, de 17 años, y otras nueve compañeras suyas, esperando el inicio de las clases de la tarde. Desde un furgón y dos turismos alguien descargó sus armas. Mahdia sucumbió, pocas horas más tarde a sus heridas de bala, mientras que sus compañeras se recuperan en diversos hospitales de Argel.
Pero no se trata de casos aislados. El pasado 20 de noviembre, un niño, Abdelghani, de apenas 10 años, fue tiroteado y herido de bala, también en Bufarik, cuando había salido de clase para sacudir el yeso del cepillo de la pizarra.
Quince días antes, en los alrededores de la misma ciudad, en el término municipal de Birtuta, fueron degolladas otras dos muchachas: Zulija y Saida. El cuerpo de su madre se localizó pocos días después enterrado en medio de un naranjal.
Los vecinos de Bufarik no se atreven a hacer conjeturas claras. ¿Será la venganza del Grupo Islámico Armado, que pretende paralizar la vida escolar en Argelia? Así murmuran en voz baja, Mientras tanto, las fuerzas del Ejército se encuentran apostadas en las entradas de la ciudad y patrullan incesantemente por las calles.
Se habla ya de la formación de una milicia de autodefensa popular -Voluntarios para la Defensa del Interes Público que, bajo la protección de los militares, asegurarían el control de la antigua capital de la Mitiya, sede de una desaparecida burguesía colonial de terratenientes y convertida hoy en una ciudad atemorizada.
Ayer, los soldados estaban en las calles. Los periódicos, en las aceras. Los vendedores de tabaco, en las esquinas. Los comerciantes de frutas, en el mercado principal. Pero bajo esta apariencia, de sutil normalidad e indiferencia, alguien había dejado escrita una advertencia en una valla inmesa, la que rodea el mercado: "Nosotros los terroristas vencerernos".
Hace pocos días, el gobernador de la provincia reconocía que Bufarik, "está en plena zona roja, pero sin embargo los cafés están llenos y la ciudad está animada., ¿Por qué decir entonces que los terroristas imponen aquí su ley?" Pero la pregunta de la primera autoridad provincial no ha podido por ahora tranquilizar a los familiares de Marisol, que desde hace bastante tiempo se han visto obligados a cerrar la fábrica textil y el taller de confección y sumarse a las filas del paro.
"La tienda es lo único que mantenemos abierto, en el centro del pueblo. Nos sentamos en una silla y esperamos el fin de la violencia. Pero, si me llaman para defendernos y formar parte de esta milicia popular, lo haré y nos defenderemos", asegura el cuñado de Marisol, la última española que vivió en Bufarik.
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