Ocho diputados rebeldes del Partido Conservador provocan una derrota parlamentaria de John Major
La jornada había sido agotadora para el ministro de Economía y Hacienda, Kenneth Clarke, que quemó hasta el último cartucho para evitar la catástrofe. Pero ni los conciliábulos con los diputados más hostiles ni las promesas de aplicar medidas correctivas pudieron torcer la firme decisión de ocho parlamentarios rebeldes del Partido Conservador que anoche provocaron la primera derrota seria de la temporada del Gobierno de John Major en la Cámara de los Comunes. La derrota se produjo al apoyar los rebeldes tories la enmienda a la totalidad presentada por el Partido Laborista a la medida, contenida en los Presupuestos del Estado para 1995, de aumentar el IVA en el gasóleo doméstico.La enmienda laborista triunfó por 319 votos frente a los 311 noes de las filas conservadoras leales. Ello significa que la medida no será aprobada en abril próximo como estaba previsto. La tensión en torno a una votación contemplada con inquietud por el Gobierno se dejó sentir hasta los momentos finales del recuento. Los minutos se hacían interminables y los votos hubieron de ser repasados más de una vez. Sin la ayuda de los parlamentarios unionistas del Ulster, que en esta ocasión decidieron apoyar la enmienda laborista, la derrota del Gobierno Major estaba cantada, lo que no la hace menos dramática.
Primer revés grave
Después de todo es el primer revés grave que sufre la política del Ejecutivo desde que el pasado lunes y como consecuencia de la rebeldía de nueve de los parlamentarios conservadores en la votación sobre el presupuesto de la Unión Europea, el primer ministro decidiera desposeerles de su condición de diputados tories y dejarlos en un eventual exilio parlamentario. Anoche Major probó el sabor de su propia medicina.La derrota en el incremento del IVA del gasóleo tendrá además graves consecuencias. La primera de todas se dejará sentir probablemente hoy con un desplome generalizado en la Citylondinense, donde la medida del aumento del IVA en el gasóleo doméstico -nada más y nada menos que del 8% al 17,5%- ha sido vista como una prueba para establecer la capacidad de los conservadores de aprobar las múltiples asignaturas económicas de este curso parlamentario. El primer ministro británico había anunciado que no dimitiría aunque perdiera la importantísima votación de ayer, pero las consecuencias políticas de esta derrota pueden ser imprevisibles.
El fracaso de Kenneth Clarke será, por tanto, visto con notable preocupación en los ambientes financieros. Además, el canciller tendrá que proponer otras medidas fiscales o de nuevos recortes del gasto público para recaudar los 1.500 millones de libras (unos 300.000 millones de pesetas) que el aumento del IVA en el gasóleo iba a proporcionarle. La barajade posibilidades es amplia, desde un aumento general en el IVA, hasta incrementos de este tipo de impuesto en bienes de consumo.
Lo cierto es que un otoño inusualmente benigno no ha sido suficiente como para borrar de la mente de los más veteranos parlamentarios conservadores la imagen de un país aterido, temeroso de encender la estufa doméstica por miedo a la factura del gasóleo.
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