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Las viviendas y los colegios de Boadilla del Monte lindan con cotos de caza

Vicente G. Olaya

Suenan dos tiros y sólo son las nueve de la mañana del domingo. Los vecinos de Boadilla del Monte (18.000 habitantes) saben que ha llegado la hora de levantarse. Desde octubre hasta enero, unos trescientos cazadores recorren todos los fines de semana los cotos del municipio buscando liebres y perdices. Sólo hay un problema: las fincas de caza son el patio trasero de docenas de chalés, un instituto de BUP, un ambulatorio y un poblado chabolista.

Esta vecindad ha dado pie a desagradables anécdotas. Hace dos semanas, según denuncia la asociación de vecinos de Boadilla, una mujer paseaba por el coto y a escasos metros de su vivienda. Un cazador se acercó a ella. La invitó a abandonar la finca. La vecina se negó. El cazador la amedrentó pegando dos tiros al aire. La mujer quedó convencida.Antonio Samos, portavoz de la asociación vecinal, explica: "Cualquier día ocurrirá una desgracia. No es la primera vez que sucede algo parecido. Es ilógico que los cotos rodeen las urbanizaciones del pueblo sin ningún tipo de separación".

Pablo Sevilla, de la asociación de cazadores, no piensa igual: "Los cotos son fincas privadas que no pueden ser atravesadas, sin permiso. La gente se compra chalés en el campo y ya cree tener derecho a todo. De todas formas, jamás dispara mos a menos de 100 metros de las casas".

Francisco Figueroa posee una huerta en mitad del coto. "En alguna ocasión me han caído encima perdigones. He tenido que llamar la atención a los cazadores. Habría que buscar una solución porque los cazadores no pueden saber si hay gente cerca cuando disparan".

Un vecino de Las Eras, una de las urbanizaciones afectadas, afirma: "He prohibido a mis dos hijas acercarse al coto. No sé si las escopetas están cerca o lejos, pero sí sé que los disparos se. oyen dentro de mi salón".

Algunos vecinos proponen que los cotos sean vallados para evitar nuevos incidentes. Los cazadores son contrarios. "Sólo cazamos los domingos de nueve a una de la tarde. Es absurdo vallar el campo. Los cazadores nunca nos metemos en los jardines de los chalés a disparar. ¿Por qué ellos sí entran en nuestros terrenos?", pregunta el cazador Pablo Sevilla. El coto linda con una parada de autobuses, un centro comercial, el ambulatorio Condes de Barcelona y un instituto de BUP. El agricultor Francisco Figueroa afirma: "Los chavales, después de las clases, cogen las motos y suben campo a través. Nadie les impide el paso".

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Los cotos están señalizados perfectamente en algunos tramos. Sin embargo, en torno al colegio y la parada de autobús apenas existen indicaciones. "Para evitar nuevos incidentes, lo lógico es que los cazadores retrocedan el coto, al menos, 200 metros", comentan los vecinos. Dentro de las fincas de caza se sitúa también un poblado chabolista donde viven unos 300 marroquíes. "Jamás hemos tenido problemas con ellos. A veces, se vienen con nosotros para pasar el rato", termina Sevilla.

El concejal de Seguridad, José María García, del PP, asegura que está "dispuesto a tomar las medidas oportunas para evitar este problema".

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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