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Piratas del inalámbrico

Las modificaciones sobre escuchas telefónicas dejan fuera de la ley a los que trabajan con escáneres

Amelia Castilla

Las víctimas de una muerte violenta suelen perder los zapatos. El gran Weegee, un fotógrafo neoyorquino que pasaba las noches, allá por los años cuarenta, escuchando la emisora policial para ser el primero en llegar hasta el lugar del crimen, lo sabía bien. Su vida fue recreada en la película El 010 público, donde el actor italo-americano Joe Pesci dio vida al solitario periodista. Sus imitadores madrileños. viven pegados al escáner. Pero, ahora su trabajo pasa por quebrantar la ley. Las modificaciones introducidas en el Código Penal, aprobadas por el Senado el pasado miércoles, sobre escuchas telefónicas ilegales los convierte en infractores. Pero no sólo ellos violan el derecho a la intimidad de las comunicaciones telefónicas, la noche está llena de infractores: conductores de grúa, sanitarios y hasta radioaficionados que viven pendientes de las escuchas.El pirateo telefónico está a la orden del día. A ningún político sensato o abogado consciente se le ocurriría hablar por un teléfono móvil sobre asuntos delicados. La posesión de escáneres (aparato que permite interceptar todo tipo de frecuencias) está liberalizada en España. Se venden en tiendas especializadas por precios que oscilan entre las 40.000 y las 200.000 pesetas.

"Cualquier teléfono móvil puede ser objeto d¿ escuchas. Es difícil cazar la frecuencia en la que funcionan, pero, una vez localizada, sólo es cuestión de esperar a que suene el teléfono",reconoce un free lance que como Arnold Weegee malvive de vender en las redacciones de los periódicos las fotos de los accidentes que se producen durante la madrugada.

Los paparazzi que trabajan para la prensa del corazón utilizan, la misma táctica, y así pillaron a Txiqui Benegas en aquella conversación desde el coche en la que hablaba en medio de grandes risotadas del One (Felipe González) y del Enano (Carlos Solchaga).

El mismo free lance, que pre fiere ocultar su nombre, reconoce que también sería posible apostarse frente a uno de los edificios de la Castellana, donde se mueven buena parte de los negocios de la ciudad, y escuchar tranquilamente las transaciones economicas que se realizan. "Es más, hay muchas personas especializadas en el seguimiento y la grabación de conversaciones te lefónicas, especialmente en el mundo económico", afirma el periodista. Su método de trabajo, el mismo de conductores de grúas y sanitarios, pasa por codificar las frecuencias en las que emiten el Samur (Servicio de Ambulancias Municipales) y la policía."Siempre que hay chicha revierte al Samur", asegura el free lance. Los avisos, lo mismo un accidente que un altercado en la calle, llegan a. la central de policía y luego revierten a los patrullas. Las escuchas se ejecutan, normalmente, apostados en el interior del coche. Se trata de ir escaneando frecuencias hasta que salta la noticia. El apostado conoce al mismo tiempo que la policía lo que sucede en la calle. Sólo hay que copiar (oír) el mensaje, ponerse en marcha y llegar el primero. Un 2-6 en la clave que se utiliza para dar un aviso a una unidad de servicio significa un herido por arma de fuego; un ,6-2, un cadáver en la vía pública, y un 3-9, una intoxicación etílica o un JB positivo, como se le conoce en la jerga.

Unos y otros tienen la ciudad repartida. Permanecen aparcados en zonas que permitan una buena comunicación con las carreteras nacionales, que es donde se producen los accidentes más graves, especialmente los fines de semana. La avenida de América, Serrano, el paseo de Rosales, los alrededores del hotel Ritz o la M-30 son algunas de las zonas utilizadas para las escuchas.

Los días de luna llena y los primeros de mes son los más calientes en este negocio. Lo corrobora José, un conductor de 30 años, casado y con una hija, con siete años de experiencia en la carretera. Cuando cerró la empresa de reparto en la que trabajaba, compró dos grúas y desde entonces se saca "un sueldo" retirando vehículos de la carretera.

"En este negocio sólo hay una regla: el que primero llega se lo lleva", dice José, quien asegura que no son frecuentes los enfrentamientos entre las distintas empresas que trabajan la. noche, aunque más de una vez ha visto cómo le adelantaba por el arcén a toda pastilla un compañero.

Cada día trabaja hasta las doce de la noche, y los fines de semana se chupa toda la madrugada al volante de la grúa echando alguna que otra cabezadita sobre el volante. Su vehículo parece un platillo volante: la antena de la emisora, la de radioaficionado, la del escáner, la del teléfono, la del radiocasete.

Ilegales

Él funciona con dos talleres concertados, y lo habitual, si el cliente ha, resultado herido grave en el accidente, es que le dejen al policía que rellenará los datos del atestado una tarjeta con la dirección donde podrá recoger el coche. Un urbano, como se conoce a un traslado por la ciudad, no baja de las 7.000 pesetas, pero los precios pueden dispararse.

Para quitarse de en medio a los intrusos, las líneas se limpian (cambian de clave) cada cierto tiempo, pero el secreto no dura mucho. "Es cuestión de práctica", dice José. Este conductor es consciente de que es un ilegal pero se justifica con frases del tipo "El escáner se puede comprar en cualquier tienda especializada" o "La policía nos deja trabajar, ellos saben que contribuimos a que las cosas vuelvan a la normalidad rápidamente".

La opinión del conductor de grúa es compartida por Leopoldo Herráiz, jefe de guardia del Servicio de Ambulacias Municipales (Samur): "Las grúas y los periodistas nos ayudan a dejar expedita la vía pública; unos retiran los vehículos y los otros, si hace falta, nos echan una mano con el foco de la cámara".

Para unos se trata de una profesión, pero para otros es simplemente una afición. La Dirección General de Telecomunicaciones tiene, registrados a 56.000 radioaficionados (cada licencia cuesta 19.000 pesetas) y 300.000 en el C13-27, o banda ciudadana, que emiten en frecuencias más bajas (11.000 pesetas la licencia).

Jesús, un estudiante de topografía de 18 años, con licencia de radioaficionado, va más lejos que sus colegas. "Es posible escuchar todo. Entre nosotros nos facilitamos listados con todas las frecuencias. He oído cómo se avisan los vigilantes jurados de unos grandes almacenes cuando entra un cliente sospechoso, pero también es posible interceptar llamadas en La Moncloa o en la Zarzuela", asegura. Su equipo supera las 200.000 pesetas, y son los regalos de Reyes y cumpleaños de varios años. Muchos radioaficionados se reconocen a traves de las ondas por apodos que toman del nombre de un misil o un dibujo animado.

El morbo de lo prohibido

morbo de lo prohibido". Su uso no encarece el recibo de la luz. Su madre y su hermana no comparten su afición, aunque a veces su madre escucha un poco con él, pero "enseguida se cansa".Jóvenes como Jesús, con un vehículo llevan su afición más allá. Los fines de semana Madrid se convierte en un tablero de juego donde se desarrolla la caza del zorro. Un radioaficionado se oculta y emite señales radiofónicas. Los cazadores., guiados por estas señales, se entregan amna frenética carrera para dar con la ernisoras Hace un par de meses un cazador quedó atrapado al fondo de un precipicio, cerca de Valdernoro, y fue rescatado por los. bomberos. Más de 50 radioaficionados participaban en la caza del zorro aquella noche.

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