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Tribuna
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El puente

Julio Llamazares

Hacia finales de los setenta (corríjanme los cinéfilos si me equivoco), Juan Antonio Bardem hizo una película que se llamó. El puente. La película, muy de la época, aquella época de efervescencia política y manifestaciones sindicales, contaba la aventura de un mecánico (Alfredo Landa) que, con motivo de un puente laboral, emprendía en su moto viaje al Sur, a ligar suecas, mientras sus compañeros del garaje se quedaban en Madrid para asistir a una reunión del sindicato (CCOO, aunque no se mencionaba). Al final de las muchas peripecias y aventuras, algunas de las cuales tenían cierta gracia, Alfredo Landa volvía el lunes de vacío a su trabajo, sin haber ligado nada y, como era de esperar, pues ése era el mensaje, convencido ya de que era mucho más importante una organización sindical que 100 suecas volando.La película, vista ahora (cualquier día Tele 5 nos la pasa), imagino que será ya arqueología política y no digamos cinematográfica. En los últimos 15 años, mucha agua ha pasado bajo los puentes de España. Bajo los de verdad y bajo los laborales. Que unos y otros han mantenido, e incluso cada vez se han ido haciendo más largos. Debe de ser porque vivimos en un país de secano.

Cada vez que llega un puente (laboral, me refiero), los empresarios ponen el grito en el cielo apelando a los miles de millones de pesetas que nos cuesta cada día sin trabajo. Incluso nos amenazan con que eso traerá más paro., A veces, el Gobierno, les apoya también ligeramente, aduciendo que somos el primer país de Europa en número de días vacacionales, aunque sin atreverse a quitar los puentes, seguramente porque los gobernantes de hoy son los mismos que intentaban entonces captar para la causa sindical a Alfredo Landa. Al final, entre unos y otros, y sin hacer caso a ninguno, por supuesto, los trabajadores cogen el coche y, con la familia a. cuestas, se lanzan hacia las playas, o hacia las estaciones de esquí si es inviemo, al grito de ¡tonto el último! y que trabajen los empresarios.

Porque una cosa es cierta, hoy como en los tiempos de la película de Juan Antonio Bardem. Que los empresarios y los ministros son los primeros que no renuncian a un puente, por muchos miles de millones que digan que nos cuesta y por más que se averguencen de nosotros por encabezar el hit parade europeo de vagos y maleantes. En algo teníamos que destacar, con los empresarios que tenemos, está claro que no iba a ser en dejamos los cuernos traba

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