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CONMOCIÓN EN EL SECTOR DEL TAXI

"Cambio de turno para morir"

Ninguno de los dos taxistas solía trabajar a la hora de los asesinatos

Uno de los taxistas asesinados no solía trabajar los domingos. El otro no lo hacía habitualmente de noche. Sin embargo, los dos murieron a balazos en un día festivo y de madrugada. Felipe García Fernández, de 51 años, sólo, había salido con su coche a las calles de Madrid cuatro o cinco domingos en lo que va de año, en los que nunca regresó a casa más allá de la una de la madrugada. Y Federico García Nogal, de 47 años, se cambió al turno de noche por culpa del estrés que le producía el tráfico diario. "Cambió el turno para morir", sollozaba ayer una pariente.Federico García vivía en el distrito de Villaverde, adonde llegó desde su pueblo natal abulense, Guisando. Era padre de un muchacho de 15 años y una chica de 14. Vicente García, un primo suyo, contaba que hace dos años cambió el turno de día por el de noche porque los atascos le ponían muy nervioso, informa Antonio Jiménez. La retribución de este asalariado rondaba las 100.000 pesetas fijas, a las que se suma ba un porcentaje por recaudación que solía redondear los ingresos hasta 170.000 al mes. Sus horas al volante podían ser incluso 14 al día, según como fuera la jornada. Los compañeros le definen como "conformista": no solía quejarse mucho; "le gustaba mucho su familia (hablaba siempre de ella) y también ir a Guisando". Mariano Sánchez, que tantos días le sirvió el café en su bar, le recuerda como "muy buena per sona y afable".

Felipe García Fernández, que vivía en Leganés (178.000 habitantes), conducía desde hace 10 años un taxi de su propiedad, y su jornada laboral también rondaba las 14 horas. Los que le conocían le definen como una excelente persona buen padre y compañero, "dispuesto a echar siempre una mano al que lo necesitase". Sus hijas manifiestan que su padre jamás se habría resistido al ser atracado, y defienden que se trató de un asesinato a sangre fría. "Otras veces ya le habían quitado el dinero de la recaudación y lo entregó sin rechistar", explica Beatriz, su hija mayor. La indignación y la rabia era patente tanto en los familiares como en sus vecinos del barrio de San Nicasio, y en los taxistas con los que compartió horas de spera en Leganés.

El rastro de Felipe García se pierde en Leganés sobre las 22.30 de la noche. A esa hora fue visto por sus compañeros esperando el que quizá fuera el último cliente de 1 día, en la parada de taxis de la plaza de España. Nadie en la localidad volvería a verlo con vida.

De su casa había salido sobre las tres de la tarde, después de comer, para sentarse al volante de su Peugeot 309. Su familia esperaba el regreso hacia la una de la madrugada "por que hacía tiempo que no trabajaba la noche del domingo", manifiesta Beatriz.

Argensola (su esposa) y sus tres hijos, Beatriz de 23 años, Mari Angeles de 20 y Felipe de 15, esperaron intranquilos el regreso hasta que a primera hora de la mañana una llamada de la centralita de Radiotaxi les avisó de que habían encontrado vacío el coche de su marido. La mujer se trasladó a la comisaria para preguntar, y volvió acompañada de un Policía Municipal. "Ya nos temíamos lo peor asegura Luis, el novio de Beatriz. La confirmación no tardó en llegar. La descripción de las ropas del cadáver coincidía con las que llevaba Felipe al salir de casa. Fue la propia Argensola la que se trasladó al Instituto Anatómico Forense para identificar a su marido, y fue ella misma quien dio la noticia a sus hijas por teléfono. Estallaron entonces las lágrimas, el dolor, la rabia y las crisis nerviosas. "Tantos años quitándose la piel, tantas horas, trabajando, tantas carreras para sacar adelante a su familia y ahora esto", se quejaba entre lágrimas la hija pequeña. "Por 5.000 pesetas no se le quita la vida a nadie. Que se hubiera llevado el coche y el dinero, pero matarle ha sido el colmo", continuaba la mayor.

El clima de inseguridad que respiran los taxistas hacía mostrarse cauto a Felipe García. Su familia asegura que siempre llamaba, a casa cuando tenía que hacer un trayecto largo al final de la jornada. "Nos llamaba, nos decía dónde iba y nos volvía a llamar por teléfono cuando había llegado".

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Los familiares no tenían ayer ninguna información sobre el autor, del doble crimen, para el que exigen "justicia y mano dura". Los únicos datos se los contaban los propios compañeros del fallecido, que acudían a ofrecerles sus condolencias a su modesta vivienda.

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