_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Democracia y Corrupción

La corrupción política y los grandes escándalos financieros son la noticia diaria en la sociedad española de hoy. Corrupción y conductas ilícitas o criminales que tienen, en la imputación, nombres y apellidos que individualizan a personas concretas que se ofrecen a la indignación y al desconcierto público.Pero cuando los casos se repiten y son de la magnitud de los que hoy se están enjuiciando, y la sospecha se extiende a colectivos enteros, como los partidos políticos o determinados sectores económicos, cabe preguntarse si estos males no afectan a partes más amplias de nuestra sociedad.

Una sociedad, la española, la de hoy, ésta a la que pertenecemos como sujetos activos y pasivos, en la que desde hace tiempo triunfa la moral del dominio, el ansia de poder alcanzado por cualquier medio, y me refiero al poder que da el puesto político y también, y sobre todo, al que da el dinero. Una sociedad, la nuestra, la española de ayer y de hoy, en la que no se consideró ni se consideran virtudes ejemplares la honestidad y el cumplimiento de la ley, quizá porque no se consideraba que la ley persigue el bien de todos. Una sociedad que ayer y hoy entronizaba como ídolos a los triunfadores, sin pedir demasiadas cuentas de cómo se había obtenido el triunfo. Una sociedad que, por lo general, no practica la solidaridad (o la caridad con el prójimo) con los que no son familia o amigos, es decir, con los que no son "de los nuestros".

Esta sociedad en la que los medios de comunicación, o muchos de ellos, han ensalzado a protagonistas de la vida pública que hoy están sometidos a juicio en los tribunales de justicia o al de la opinión pública, es o ha sido, desgraciadamente, el medio apto para que se hayan dado los casos que hoy se denuncian con tanto ahínco.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Debo decir que yo no creo que toda la sociedad española participe de los caracteres que he descrito; pero sí creo que estos caracteres negativos están más extendidos de lo que debieran y de alguna manera a todos nos conciernen y nos afectan. También sé que otras sociedades de nuestro entorno tienen parecidos o iguales defectos.

Las sociedades humanas han necesitado desde siempre la figura del chivo expiatorio. La víctima propiciatoria en la que transustanciamos los sentimientos de culpabilidad, los oscuros miedos, nuestra parte maldita, porque su sacrificio consigue la expiación y limpieza de las Culpas colectivas.

Algo parecido me parece que puede ocurrirnos a los españoles de este momento. Nuestra sociedad, profundamente herida por los casos de corrupción política (una herida que va a ir a más que el tiempo de las elecciones y que estará envenenando nuestra vida pública se cierra en falso), desconcertada por los casos públicos de ruinas y derrumbamiento de los mitos financieros y económicos, puede caer, si se deja llevar por la ira y no supera el desconcierto, en buscar el chivo expíatorio de lo que ocurre en las instituciones y en el propio sistema oplítico.

Olvidaría, muchas veces lo qeremos olvidar, que la corrupci va con e lmbre, con la sociad de los hombres, igual que [,fanatismo, la intolerancia, la cueldad y el crimen. Igual que n el hombre y en sus sociedades - da la búsqueda de la justicia, de la tolerancia, de la caridad, del amor a la libertad, de la solidaridad con otros hombres, otras ramas y otros pueblos.

No es la democracia, el sistena democrático, tan reciente en España, ni las instituciones entes abstractos, ni los partidos políticos los culpables de lo que ocurre. Al contrario, democracia poítica y libertad, a la que son esenciales los políticos y sus partidos, ( la libertad de expresión, son el mejor medio para contrarrestar y quizá poner coto a los males que envenenan nuestra vida pública. El mal está en que no hemos sabido, políticos, élites económias, medios de información y ciudadanos, contrarrestar esa moral de dominio, ese menosprecio a la. ley y al principio de legalidad en. rl ámbito público, mercantil y privado, y esa tendencia a tomar al prójimo como un medio para. nuestros fines, y el papanatismo o la malicia de quienes han puesto como ejemplos e ídolos a quienes estaban conculcando principios morales y normas legales.

Y la solución no está en la condena airada de los que ya están en la picota pública, y no me refiero, claro. está, a las condenas que pueden dictar los tribunales de justicia en uso de sus facultades y aplicando la le, cum studio et sine ira. Posiblemente no hay solución o remedio singular al ambiente que ha generado corrupciones y escándalos, y sí una paciente y continua aplicación de varios remedios -sabiendo de antemano que ninguno es infalible ni por sí lo suficiente. Pienso que entre esos remedios está el que los españoles hagamos sincera autocrítica y rica de nuestros defectos carencias. Pienso que hay que buscar una solución y una estricta disciplina en la financiación y gastos de los partidos políticos; y rodear de, crecientes garantías de transparencia y publicidad todo tipo de contra los administrativos y públicos, y también asegurar la transparencia en la actuación de gran renci des sociedades nacionales e internacionales. Se podría hacer una lista larga y exhaustiva. No es lo que me propongo ahora. Mi objetivo es pedir que todos asumamos la parte pequeña, mediana o grande de responsabilidad por lo que ocurre; decir que todos, desde la responsabilidad de cada uno, debemos esforzarnos en serenar el crispado ambiente actual; porque hay algunos culpables, pero hay muchos más que no lo son.

Para que la, sociedad española pueda luchar contra la corrupción, contra las formas claras o solapadas de infracción de las leyes, contra la moral de dominio, y la lucha descarnada por el poder y su utilización abusiva por los varios centros sociales donde hoy el poder radica, que no es sólo el político, y para que pueda hacer que todos esos centros se dediquen a la tarea de desarrollar este país y aumentar la riqueza, la moral social y la justicia, el mejor camino es el de la democracia política; consolidar sus instituciones; extender y respetar los derechos fundamentales del individuo, y aumentar la libertad de cada uno, individuos y organizaciones, con los límites siempre de la ley y de la libertad del otro, del prójimo. Sin libertad y democracia, la corrupción y los abusos de la ley y del poder continúan, pero no se habla de ellos. En las dictaduras, al silencio de la voz amordazada se le llama orden y paz.

Albert Oliart es abogado.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_