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Teoría de la corrupción

Los economistas liberales mantenemos una relación de amor y odio, con el Estado moderno: hemos contribuido a su procreación y al propio tiempo nos asustamos de su poderosa estatura y abundantes carnes. Como es tan entrometido, tan hipócrita" tan abusón, pensamos a veces que lo mejor sería engañarle,, sobornar a sus servidores, hacerlo todo a sus espaldas. Pero en cuanto ponemos los pies en los, países del bakshish, de mordida, del enchufe, vemos que allí el Estado es aún más obeso y caprichoso, porque eso multiplica las ocasiones para medrar a su sombra. Los elementos fundamentales del "sistema de la libertad natural", como lo llamaba Adam Smith, son dos: un mercado libre y un soberano justo. El mercado libre, hacia dentro y hacia afuera, se basa en la propiedad priva da y el cumplimiento de los contratos, en un entorno de competencia suficiente. El soberano justo defiende la so ciedad de sus enemigos exteriores; defiende a los individuos del engaño, la coacción y la violencia; y se ocupa de obras e instituciones comunales que los individuos, in cluso asociados, no tienen medios suficientes para llevar a cabo.

Hay, sin duda, mercados apátridas, por así decirlo, cuando las costumbres mercantiles de honradez acrisolada y deseo de conservar el cliente, llevan a los comerciantes a evitar espontáneamente el engaño, la coacción y la violen cia y cumplir escrupulosamente los contratos. No minimicemos la importancia y amplitud de esos mercados espontáneos y, en el mejor sentido de la palabra, anárquicos. El mercado de las "euromonedas" no está regulado por nadie y funciona como un reloj.

' Pero en todos lados brotan pillerías y sinvergonzonadas, incluso dentro del alma del más decente. Para que los individuos nos ocupemos de servir a los demás productivamente y dejemos de lado los juegos destructivos del engaño, la coacción y la violencia, necesitarnos un Estado justo. Para que el Estado y sus servidores no abusen del poder -que les confiamos, es indispensable que los súbditos vigilemos el comportamiento de los políticos y los funcionarios, en vez de resignarnos a sus abusos y suavizarlos con la corrupción.

La corrupción nace del exceso de poder concedido por los ciudadanos a los dirigentes. El Estado democrático ha dejado de ser un soberano justo para convertirse en un metomentodo impertinente. Hace mal - lo que debe, como lo que concierne a la defensa y la justicia, y se ocupa de lo que no debe, como del carbón, los teléfonos, o la televisión. Hemos incumplido el acuerdo constitucional del Estado decimonónico, por el que los individuos atendíamos a nuestras necesidades y arreglábamos nuestros asuntos como mejor nos parecía, mientras los poderes públicos defendían la vida y la propiedad de los ciudadanos, e imponían en última instancia el cumplimiento de los contratos.

. Las funciones adicionales de las obras y la beneficencia públicas han tomado un«volumen hinchado y adiposo, del que nacen los falsos parados, los robustos incapacitados, los jubilados jóvenes, los defraudadores fiscales, los concesionarios de obras caras, los monopolistas públicos, y otra fauna parasitaria. Felipe González se queja de que le acusen sin pruebas de favorecer a su cuñado. Si es sin pruebas, la denuncia es injusta. Pero también debe comprender que el ambiente de sospecha y miasmas actual es el resultado natural del "Estado de bienestar" en cuya creación él ha participado. Y ese 'logro filantrópico", como lo denomina Octavio Paz, es un monstruo, aunque diga el Rey lo contrario.

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