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El crucero de los campeones

Medallistas olímpicos rusos efectúan una austera travesía de homenaje por el Mediterráneo

Àngels Piñol

"Yo era minero. Tengo 52 años y estoy jubilado. No he podido ayudar a pagar mi viaje: me lo ha costeado Galina Gorohova, la presidenta de los campeones olímpicos veteranos". Vasili Alexéiev, bicampeón olímpico de levantamiento de pesas en Múnich y Montreal, es uno de los 125 campeones olímpicos rusos que realizan un crucero por el Mediterráneo a bordo del ferry ucranio Leonard Sobinov. El barco realizó una escala de 33 horas en el puerto de Barcelona -llegó el domingo y partió ayer- con un pasaje de lujo: muchos de los atletas rusos que ganaron medallas desde los Juegos de Helsinki, en 1952, hasta los de 1992.Alexéiev y sus compañeros se despidieron ayer de Barcelona en una recepción organizada por el Ayuntamiento en las piscinas Picornell, en el área olímpica del Montjuïc. Alexéiev tenía muchas ganas de hablar: "¿A qué me dedico? Estoy bebiendo una cerveza y tengo hambre". Pero tampoco le importó poner en un brete al cónsul ruso en Barcelona, metido en funciones de intérprete, cuando pronosticó el futuro deportivo de su país: "Antes, el deporte era una fuerza unificadora. Ahora ganamos por inercia. Los Juegos de Invierno de Albertville fueron un espejismo. En los de verano bajaremos".

La iniciativa de organizar este crucero de dos semanas, con muchas dosis de nostalgia y decadencia, partió de la tricampeona de esgrima Galina Gorohova, que planeó rendir un homenaje a sus compañeros aprovechando que este año se cumplen 100 de la constitución del primer Comité Olímpico Internacional (COI). El Comité Olímpico Ruso bendijo la propuesta y desembolsó los 300.000 dólares (cerca de 40 millones de pesetas). No es turismo precisamente de lujo: los atletas viajan con escasísimos medios -a sus anfitriones les volaron de las manos las guías de la ciudad que llevaban- y Blasko, la compañía dueña del barco, arrastra graves problemas económicos. No hace mucho prolongó su estancia en Barcelona por no poder pagar el gasóleo.

Los deportistas partieron la semana pasada de Odessa y han pasado por Atenas, Nápoles y Barcelona. Ayer embarcaron rumbo a Malta. Sólo les quedará entonces atracar en Estambul para después regresar a Ucrania. El ritmo de navegación comporta no estar más de día y medio en cada ciudad. Los deportistas almuerzan en el lúgubre comedor del Leonard Sobinov. Sus rostros de cansancio eran todo un poema. La comitiva, en una apretada agenda, paseó por el Anillo Olímpico de Montjuic -rechazaron visitar el museo Galería Olímpica- y recorrió el centro de Barcelona en autocar. Quisieron entrar en la catedral y en la Sagrada Familia, y más de uno se interesó, sin éxito, por asistir a una sesión de ópera. La mayoría se rindió ante el flamenco.

Además de Alexéiev, entre los atletas figuraban Leonid Zhabotinski, que le precedió en el podio en Tokio y México y que ahora da clases de gimnasia en la universidad; Lidia Skobilikova, seis veces campeona de patinaje, y Tatiana Sarycheva, bicampeona de voleibol.

Pero sus estrellas más laureadas eran dos jugadores de un deporte que no compite en los Juegos: el ajedrez. Nikolái Krogius y Alexéi Suetin, campeones de reconocido prestigio, jugaron simultáneamente, cada uno de ellos, 20 partidas en la entidad Foment Martinenc contra otros tantos ajedrecistas catalanes. Krogius, un ex coronel del KGB, lucía en la solapa de su americana una insignia que rezaba: CCCP. Ahora se dedica a hacer exhibiciones.

La recepción debía acabar con una actuación de un grupo de música tradicional que les compaña. No hubo tal. Los atletas tomaron una comida fría, sentados en la gradería de la pisicina. Solo al final, un acordeonista interpretó Noches de Moscú. Varios cantaron, entre ellos Alexéiev. Casi lloró.

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