Tres cositas, con todo respeto
Poner en cuestión el duende, la creatividad y el inmenso potencial del maestro Raimundo es como dudar de que hay estrellas sobre nuestras cabezas. El más estable de los Amador es un torrente de sabiduría musical, aprendida en la calle a golpe de juerga y consolidada en los mejores discos de nuevo flamenco editados en nuestro país. Vaya entonces por delante que Raimundo es santo y regio. Sin embargo, a juzgar por lo visto en la sala Universal, en su nueva andadura como héroe solitario, hay tres pequeños detalles que, siempre con el debido respeto, tal vez debieran plantearse para ayudar a que el despegue sea perfecto.El primero tiene que ver con el virtuosismo, auténtica lacra para el carácter divertido de la música popular de este siglo. La guitarra de Raimundo goza y hace gozar cuando no se extravía por abigarrados jardines estilísticos. Su chispa se enciende cuando al público siente que lo que está viendo y oyendo es un juego de diversión callejera, en la que el guitarrista vacila con todo tipo de música con, el objetivo de pasar y hacer pasar un buen rato. Si, por el contrario, el tema de la fusión va en serio y Raimundo tiene que fruncir el ceño mientras toca, la cosa pierde alegría y todo depende entonces de cómo tenga la noche el genio.
Raimundo Amador Band
Raimundo Amador (guitarra eléctrica, española y voz), Lolo Ortega (guitarra), Antonio Smash (batería), Juan Ramón Caramés (bajo), Pepillo (teclados) y Chumi (teclados). 1.000 pesetas. SalaUniversal Sur. Madrid, 4 de noviembre.
Posibilidades vocales
El segundo detalle es acerca de sus posibilidades vocales. Sin hacerlo mal, lo cierto es que el Raimundo que siempre nos ha interesado es aquel que se complementa a la perfección con un buen cantante -Kiko, su hermano Rafaelito y todos, muchísimos, los que alguna vez se han subido a su carro de flamenco, blues y brujería musical-. Más mucho más se lo tendrá que currar, si pretende que su voz llegue tan siquiera a la altura del puente de su guitarra.El tercero es el asunto de las canciones. No hay carisma artístico en España que consiga sustentarse en el aire, sin el mágico concurso de excelentes composiciones. Canciones que, a la larga, se incrustan de modo definitivo en el inconsciente colectivo. En el concierto de Raimundo sólo pudimos reconocer dos que ya lo son: Let me light yourfire y Purple Haze, ambas firmadas por Jimi Hendrix. En este apartado sí que no estaría de más una manita de Kiko Veneno.
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