Pasaporte a Kafka
Las desgracias de una nacionalizada española con un solo apellido
Érase una vez una ciudadana británica llamada Bronwen Brown que al desposarse con el español Antonio Cendrero Uceda se convirtió en española El matrimonio se celebró en 1989, una época en la que cualquier mujer extranjera se convertía en nacional de manera automática, previa presentación de su certificado de nacimiento e inscripción en el libro de familia del Registro Civil.Bronwen y Antonio tuvieron dos hijos y se trasladaron a Santander, donde él ejerce de catedrático de Geología en la Facultad de Ciencias. Este verano, cuando se disponían a preparar una larga estancia en el extranjero, Bronwen se dio cuenta de que tenía el pasaporte caducado. Debía apresurarse a renovarlo para obtener un visado de Estados Unidos. El año sabático que su esposo disfruta de su docencia en la Universidad de Santander pensaba destinarlo a investigar sobre gestión y planificación de litorales en la universidad pública de Long Beach, California.
Bronwen Brown se desplazó a las oficinas de pasaportes en Santander para renovar su documento y... le dijeron que no se lo podían tramitar si no ponía sus dos apellidos.
"En Inglaterra sólo usamos uno".
De nada sirvió la explicación de esta práctica, muy común, por lo demás, en países que no sean España. A Bronwen le pidieron que solicitara del Registro Central de Madrid una certificación literal de matrimonio porque la legislación indica que "todo español, incluido el extranjero naturalizado, ha de tener legalmente dos apellidos" y ella no los tenía.
"Parecería lógico que el problema se pudiera resolver simplemente decidiendo la interesada cuál es el segundo apellido que desearía tener e incribirlo en el registro", dice su esposo, Antonio. "Si no recuerdo mal", añade, "cuando los españoles decidieron efectuar el censo de Filipinas fueron llamando de uno en uno a sus habitantes y les dieron a elegir nombres y apellidos entre una gigantesca lista extraída, cómo no, del nomenclátor español".
No, señor. A Bronwen le exigían una certificación de matrimonio, donde, naturalmente, no figura un segundo apellido que no existe. Por si fuera poco, le exigían una "certificación negativa" del registro donde constara que no figura incrito su nacimiento.
Su sorpresa no acabó ahí, pues al desplazarse al Registro Central de Madrid le indicaron que volviera a recoger, estos documentos pasados unos días. Tendría que recogerlos en persona; bien ella misma o cualquiera acreditado para ese menester. El registro no puede enviar documentos por correo, mensajero a porte debido o cualquier otro medio de los muchos que hoy en día ofrecen las nuevas tecnologías.
A los papeles del Registro Central debía acompañar una partida de nacimiento vertida al español por un traductor jurado, acompañado de un visado del consulado donde se certificara que la traducción era literal, y fiel al documento británico original.
"No se le alcanza a uno la necesidad de ese requisito, si el documento oficial y la traducción se van a presentar juntos y el consulado va a certificar que arribos se corresponden", protesta Cendrero.
En Santander no localizó a ningún traductor; lo encontró en Bilbao. Para abreviar el procesó le propuso enviarle por fax el documento para que hiciera la traducción y se la devolviera a porte debido. No. El traductor jurado ha de tener delante el documento original, no le vale una copia o el fax. Resultado: 2.570 pesetas más IVA y gastos de mensajero y perdida de varios días en una traducción.
"Todo esto, ¿para qué?", se pregunta Cendrero. "¿Para poner de manifiesto algo que se sabe de antemano, como es que mi mujer sólo tiene un apellido?".
En otras circunstancias, el matrimonio Cendrero-Brown hubiera perdido la oportunidad de desplazarse a Estados Unidos. Entre consultas a las oficinas de pasaportes de Santander y al Registro de Madrid, el tiempo se les echó encima. Afortunadamente, Bronwen Brown ha seguido manteniendo su nacionalidad británica -además de la española-, hecho que le ha permitido no echar al traste su año sabático en California. Hartos de papelear, encomendaron a un procurador la renovación del pasaporte, hecho que después de casi cuatro meses creen haber logrado.
Desde California, Antonio Cendrero propone que algún cambio en este tipo de trámites ahorraría quebraderos de cabeza y gastos absurdos tanto a los ciudadanos como a los servicios públicos.
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