El Real Madrid apeló al corazón
Con Sabonis en el banquillo, el equipo madridista se desmelenó
Triunfó la heterodoxia. El Madrid encontró la piedra filosofal que solucionase su difícil compromiso ante uno de los supuestos aspirantes al trono europeo, cuando la situación se había vuelto más complicada. Las circunstancias obligaron a dejar de un lado el manual e hicieron derivar su estilo de juego hacía aspectos más sanguíneos y menos cerebrales, donde se movieron como pez en el agua mientras ahogaban a un equipo italiano que no supo presentar ninguna alternativa coherente al vendaval que durante cinco minutos le vino encima. Fueron alrededor de 300 segundos donde el Madrid se desmelenó y pasó literalmente por encima de su adversario. Fueron 300 segundos donde el encuentro dejó de ser una partida de ajedrez entre los dos técnicos y se convirtió en un puro derroche emocional de los jugadores madridistas. Se dejó de pensar en lo que había que hacer y se abandonaron a los designios de su corazón. Lo que en muchas ocasiones ha sido la tumba, en esta ocasión se convirtió en tabla de salvación.Hasta el momento clave, minuto cinco de la segunda parte, casi todo se había desarrollado de forma muy aseada. El Madrid se apoyaba en Sabonis. El Scavolini, en Magnifico. Los otros ocho jugadores en pista estaban al servicio de ellos. La decisión de Obradovic de jugar inicialmente con el lituano como único pivot otorgaba mucho campo de acción a Sabas, y éste respondía como suele hacerlo: con puntos y rebotes. Los italianos sea provechaban del talento de Magnífico, uno de los últimos ejemplares de pivotes que no basan todo en la fuerza o en los centímetros, y que tiene dos pies para algo más que para andar. Una y otra vez llegaba el balón a Magnífico, una y otra vez acababa en la línea de tiros libres, donde no fallaba (12 de 12 en la primera parte). Había otros actores teóricamente invitados, como por ejemplo Riva, pero para eso estaba la rata. García Coll se ha convertido en algo así como la reserva espiritual del equipo madridista. Tiene tablas, un espíritu a prueba de bomba y sobre todo capacidad para secar hasta el Ganges en época de monzones. Esta, vez le tocó a Riva sufrir su acoso y cuando el partido ya estaba decidido, el mejor anotador italiano de la historia no había llegado ni siquiera a los seis puntos.
Los entrenadores estaban dispuestos a seguir disfrutando moviendo los peones. Ahora coloco yo una zona 1-3-1, pues ahora te hago yo un 1-4 para maniatar a Riva. Si tu me sacas un pivote, Yo te pongo tres. Y en esas estaban cuando los designios arbítrales echaron una mano para desentumecer el encuentro. La eterna disputa entre Sabonis y el estamento arbitral concluyó cuando le fue señalada una técnica que supuso su cuarta falta, bronca del respetable y lógica reclusión del lituano en el banquillo. Quedaba un mundo (15 minutos) y el marcador no invitaba al optimismo (54-51). Obradovic colocó un quinteto guerrillero en pista. Lasa, Antúnez, García Coll, Martín y el reaparecido Arlauckas. No se sabía muy bien de qué jugaba cada uno, pero la conexión emocional funcionó. Martín y Arlauckas sintonizaron, Antúnez afinó la puntería y Biriukov remató la faena con un triple. En cinco minutos el Scavolini era un cadáver deportivo (70-55). El resto no valió para mucho.
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