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Entrevista:

"Madrid tiene todas las luces que pueda desear un fotógrafo"

Lleva más de veinte años disparando la cámara en su ciudad. Más de cien mil imágenes distintas. Juan Miguel Sánchez Vigil conoce como muy pocos el Madrid en blanco y negro y ha fotografiado las luces y los colores de cientos de corridas de toros. También ha pasado muchas horas mirando, archivando y seleccionando fotos en Espasa Calpe. Madrileño, hijo de madrileños que perdieron la guerra y que conocieron otra forma de exilio, un exilio interior que les llevó de su popular barrio de Cuatro Caminos a una chabola de Entrevías. Allí nació Juan Miguel hace 38 años, sin agua ni luz, en el extrarradio del "tiempo de silencio". En un lugar donde la ciudad perdía su nombre, donde el tiempo transcurría entre las peleas callejeras, el colegio nacional, los aguadores y la supervivencia. El pasado día 21 le dieron uno de los premios de fotografía taurina de la Feria de San Isidro.Pregunta. ¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era la fotografía?

Respuesta. La primera vez que vi a los fotógrafos ambulantes. A los minuteros del Retiro, a los que hacían fotos en las estaciones de los pueblos de la sierra. A mí me parecía una forma de magia.

P. Usted ha conocido a los mejores fotógrafos de Madrid, ¿cuáles son los imprescindibles?

R. El primero fue Cliffort, un inglés que vino con su primer daguerrotipo en la mitad del siglo pasado. Unos años más tarde, un catalán, Company, al que debemos espléndidas fotos de la calle. Después, Laurent, un francés que montó estudio, el mejor fotógrafo del final del siglo XIX y primeras décadas del XX. Y ya llegan los grandes es pañoles: Kaulak, Calvache y Alfonso, que llenan más de medio siglo de Madrid.

P. ¿Por qué son tan importantes?

R. Kaulak es el seudónimo de Antonio Cánovas del Castillo, sobrino del político, uno de los creadores de la Sociedad Fotográfica; instaló su estudio al principio de la calle de Alcalá y fue un gran vividor. Como Calvache; un torero, actor, fotógrafo, director de algunas de nuestras más importantes películas del cine mudo y con un espíritu bohemio que le lleva varias veces a la ruina. No hace mucho murió olvidado y pobre en una pequeña vivienda de Lavapiés. En sus estudios fotográficos pasó de todo: orgías, noches de alcohol y juergas. Son los testigos del Madrid de los locos veinte, los ojos más indiscretos.

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P. Fue amigo y alumno de Alfonso. ¿Qué le debe?

R. Casi todo. Con él me di cuenta de que lo importante no es la técnica, sino la mirada. La pérdida del estudio de Alfonso o el de Kaulak ha sido perder la mejor oportunidad de recuperar todo un estilo. Belmonte, cuando torna la alternativa en Madrid, se viste en el estudio de Al fonso y de allí sale para la plaza. Aquellos fotógrafos fueron los más intensos vividores de la ciudad.

P. ¿Cuál sería hoy su fotografía de Madrid?

R. Volvería a retratar las afueras, los escenarios de mi infancia. Y después, los detalles. Por ejemplo, a los culos de Madrid, a los culos de sus estatuas, que hay muchos y bastante mejores que los de Botero.

P. ¿Cuándo tiene Madrid su mejor luz?

R. En los días claros de enero, en sus primeras horas o en los atardeceres, Madrid es una ciudad para ser mirada; tiene todas las luces que pueda desear un fotógrafo.

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