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Un candidato republicano al Senado propugna un Gobierno "que no haga nada"

Antonio Caño

Nadie lo conocía, no defiende más idea que la del der6cho a hacer dinero ni promete más acción que la de acabar con todo intervencionismo por parte del Estado. "Yo quiero un Gobierno que no haga nada" proclama en una costosísima campaña electoral pagada de su propio bolsillo. Michael Huffington, el peculiar candidato republicano al Senado por California, es para algunos un luchador solitario contra el sistema, y para otros, un oportunista mediocre. Su adversaria es la demócrata progresista Dianne Feinstein.

The New Yorker ha dicho de él, que cuando le miras a los ojos le ves el fondo del cráneo. Pero es, la opinión de un semanario intelectual y liberal que, naturalmente, está horrorizado al comprobar que este personaje, cuyo único mérito conocido es el de heredar la fortuna que su padre hizo con el petróleo en Tejas, supera en las encuestas a la actual senadora demócrata Dianne Feinstein, un peso pesado de su partido y un orgullo para quienes proponen una California tolerante y centrista.Michael Huffington se ha gastado más de 25 de los 75 millones en que se calcula su fortuna en una intensa campaña de publicidad en televisión con mensajes breves, claros y, por lo que se demuestra, al gusto del consumidor. [Ayer fue denunciado por una televisión de haber empleado a una trabajadora indocumentada pese a su campaña contra la inmigración ilegal].

Con ese único instrumento, -no hay mítines, apariciones en público ni conferencias de prensa-, Huffington se ha convertido en el fenómeno mas apasionante de las elecciones californianas y en uno de los principales objetos de curiosidad.

Michael Huffington, de 47 años, presume de ser el símbolo del sueño americano: "Fui educado en una escuela pública y nací en una familia de clase media que se hizo a sí rnisma". Tiene el apoyo de la derecha cristiana del Partido Republicano -"comparte el 75% de nuestras posiciones", dice el líder de esa coalición en California- Pero, incluso en su propio partido, algunos creen estar apoyando un fiasco. Dianne Feinstein, también multimillonaria, ha declarado que "sería terrible, muy duro, perder frente a un tipo que no tiene ningún interés en California".Todo indica que la verdadera artífice de este fenómeno político es Arianna Stassinopoulos Huffington, la mujer del candidato. Todos los retratos que la prensa californiana hace de esta pareja es la de un pelele en manos de una peligrosa mujer. Arianna Huffington, nacida en 1950 en Atenas, es una ferviente seguidora de una secta religiosa integrista llamada Movimiento del Renacimiento Espiritual, cuyas siglas en inglés, MSIA, se pronuncian mesías, y está considerada como una visionaria sin escrúpulos ni límites. Ella coordina el trabajo de los comités de campañía, prepara los mensajes televisivos y, básicamente, dirige la actuación de su esposo.

El interés por Huffington ha restado protagonismo incluso a una de las actuaciones más trascendentales de estos comicios, la del gobernador republicano Pete Wilson, que, intenta -con grandes posibilidades de conseguir-su reelección. Una victoria de Wilson, que desde hace años coquetea con la idea de su candidatura. presidencial, lo colocaría en inmejorable posición para alcanzar ese objetivo. California representa un quinto de los votos electorales que se requieren para ser designado candidato por un partido.

Pete Wilson, de 61 años, afirma que, por el momento, no piensa en eso, sino en ganar el 8 de noviembre. Las encuestas le dan un margen demás de 10 puntos sobre otra mujer demócrata, Kathleen Brown, de 47 años, hija y hermana de anteriores gobernadores de California. Si los votos se emitieran con el corazón, Brown, lo que se llama una mujer con encanto, tendría todo a favor frente a un ex marine con los resabios de un político veterano. Pero a veces no se vota con el corazón, sino con el cerebro. Y las propuestas de Brown -no a la pena de muerte, no a la supresión de los servicios públicos a los inmigrantes ilegales- no son tan populares como las de Wilson.

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Entre la inmigración y la criminalidad

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