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El floreciente 'cartel del Golfo'

La mafia del narcotráfico controla el Estado mexicano de Tamaulipas

El disparo que recibió en la mandíbula durante un violento motín en la cárcel de Matamoros (Tamaulipas), en mayo de 1989, no mató a Oliverio Chaves, como sucedió con 20 reclusos de esa prisión, pero despejó el camino a Juan García Abrego, jefe del cartel del Golfo, el más importante de México.Chaves representaba al cartel de Medellín (Colombia) y competía con García Ábrego para hacerse con el control del mercado de cocaína en la apetitosa frontera con Estados Unidos. Corría junio de 1989, y el capo tamaulipeco, que había optado por las formas más sutiles de los narcos de Cali frente a los métodos violentos de los esbirros de Pablo Escobar, ya no tenía rival en el Estado norteño tras la sangrienta intimidación a Chaves.

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Una trayectoria, la de García Ábrego, que hunde sus raíces en los vínculos familiares y políticos de su tío, Juan Nepomuceno Guerra, quien dirigía desde décadas atrás el contrabando de licor y electrodomésticos hacia EE UU. Sólo se evadían impuestos. Sin muertes. Pero Guerra cumplió años y buscó su sucesor al final de los años setenta. "García Ábrego se impuso en el relevo familiar alejando del incipiente tráfico de estupefacientes a los descendientes directos de Juan Nepomuceno, que ahora son diputados federales en México o alcaldes en poblaciones tamaulipecas", asegura un funcionario del Gobierno de Tamaulipas.

Hoy, con 47 años, es uno de los mexicanos más buscados por la policía, incluida una recompensa de un millón de dólares (130 millones de pesetas), y de los más ricos. Su fortuna se calcula en 2.000 millones de dólares. Y no es el más perseguido porque Manuel Muñoz Rocha, un paisano suyo implicado en el asesinato del secretario general del Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Francisco Ruiz Massieu, le ha robado el papel estelar en las primeras páginas de los periódicos.

Ciudad Victoria, la capital de Tamaulipas, es una tranquila localidad de 250.000 habitantes a 300 kilómetros de la línea fronteriza, donde se cuece el tráfico de drogas en ciudades como Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo. Sus habitantes, sin embargo, no son en absoluto ajenos al problema. Pablo, un hombre de 26 años que prefiere ocultar su apellido, reconoce haber transportado media docena de veces cargamentos de cocaína hasta un local de Brownsville (Tejas). "El sueldo medio de un trabajador en Tamaulipas es de 150 dólares [unas 20.000 pesetas] mensuales. Por dos viajes al mes, en los que empleas siete horas, puedes ganar 2.000 dólares. La opción para muchos es clara", asegura Pablo. "Trabajar en esto, porque es un trabajo, te proporciona seguridad, ascenso social y educación para tus hijos", añade.

Los jefes mafiosos -"no más de 15" según el citado funcionario- aplican la movilidad laboral a rajatabla. Y la gente para realizar transportes de drogas se encuentra con facilidad. Tan sólo cuentan con un potente equipo de imagen que se encarga de sobornar a la prensa y fabricar titulares a su conveniencia, y con un grupo de 100 asesinos que solventa las disputas territoriales por los mercados y tapa bocas a base de plomo.

Aunque no hay que tapar demasiadas. En la calle nadie habla mal de García Ábrego. "A mí no me ha hecho nada", comenta Francisco, un taxista de Ciudad Victoria. Incluso le ven como el poseedor de una carga genética de liderazgo. "Si no te metes con su dinero, sus mujeres ni con su vida personal, no tienes problemas", asegura.

La infiltración de los narcos en los organismos judiciales y gubernamentales es de dominio público. A ello se une una distribución de las competencias policiales que perjudica a la efectividad de los agentes. "La Procuraduría General de la República (PGR) tiene en Tamaulipas de 50 a 100 policías, que poco pueden hacer frente a unos traficantes que disponen de medios de comunicación propios de la NASA. Y, sin embargo, los agentes estatales, que son unos 3.000, no pueden actuar sin pedir permiso a la Policía Federal", señala con cierto desconsuelo el portavoz de Raúl Morales, procurador de Justicia del Estado.

Y mientras, la disputa entre los carteles del Golfo, Tijuana, Sinaloa y Jalisco por repartirse el mercado de la cocaína no cesa. En 1992, según la PGR, los narcos ganaron 27.000 millones de dólares. Una cantidad que triplica los beneficios de las exportaciones petrolíferas mexicanas

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